El actual cese de fuego bilateral entre las FARC y el Estado colombiano es un hito de la máxima importancia en la historia de la guerra interna de ese país. Todavía faltan un acuerdo de paz y probablemente un referendo para darle a lo acordado el peso necesario. Se cerraría entonces el principal foco de la endémica violencia en Colombia. El proceso viene desde los inicios del Plan Colombia en 1999, que en estos 17 años redujo a las FARC de 17,000 a 7,000 combatientes, y luego las negociaciones de paz en La Habana han tomado casi cuatro años. El gobierno de Juan Manuel Santos ha logrado el entendimiento más sólido entre las partes a la fecha. Sin embargo todavía son muchos los que en Colombia están cruzando los dedos. Pues si bien el esquema de Santos parece sólido, pesa el recuerdo de los fracasos en procesos de paz a lo largo de decenios. Además hay el temor de que un desarme de las FARC simplemente ceda ese espacio de violencia a otras fuerzas, como los paramilitares o el ELN. Aun en su escenario más exitoso, la paz va a ser un proceso complicado. El ex presidente Álvaro Uribe, enemigo jurado de su antiguo vicepresidente Santos, considera el alto al fuego una concesión a las FARC, y está reuniendo firmas contra él. De hecho pareciera haber algunos sectores que se sienten más cómodos con la actual situación que con una perspectiva de paz. Sin la protección de las FARC el narcotráfico pierde un importante activo. Pero no pierde su capacidad económica de reclutar músculo en cantidades. De hecho los paramilitares, que comenzaron anti-FARC y terminaron pronarcos, todavía gozan de buena salud en muchos teatros de operaciones. Esta parece una pacificación mucho más complicada. En los años 80 parte de las FARC, con otros grupos guerrilleros, obtuvieron reconocimiento legal y participaron en elecciones legislativas como Unión Patriótica. Al final sus principales dirigentes y miles de partidarios fueron asesinados por paramilitares y otros grupos de extrema derecha. Las FARC retomaron las armas en los años 90. La historia no tiene por qué repetirse en las nuevas circunstancias, pero cerrar heridas de medio siglo tiene que tomar inventiva y trabajo.