Si la eliminación de Brasil por la selección peruana se leyera como un augurio, habría que concluir que Kuczynski es un tipo afortunado. A una semana de las elecciones todavía la adrenalina está alta y la agresividad sigue a flor de piel. Era de esperar, dada la intensidad del enfrentamiento, particularmente en la última semana en que Keiko perdió alrededor de un 6% de sus votantes y PPK ganó por un estrecho margen de apenas 0.3%. Por eso es saludable tomar las declaraciones altisonantes de estos días con una pizca de escepticismo, confiando en que hasta el 28 de julio las aguas se aquieten y pueda definirse más racionalmente el escenario político de los próximos cinco años. Algunas cosas están claras. Verónica Mendoza ha ratificado que el Frente Amplio se ceñirá a lo prometido cuando decidió otorgar el apoyo a PPK para cerrar el paso al retorno del fujimorismo al poder. El Frente Amplio no se incorporará al gobierno y por supuesto no respaldará las políticas, que el programa de PPK contempla, de reducir los impuestos que pagan las grandes empresas, ni apoyará a las mineras que destruyan el medio ambiente y nieguen el derecho a la consulta al campesinado, ni respaldará ninguna medida que atente contra los intereses populares. Por supuesto esto no descarta el apoyo a medidas progresistas en áreas como los servicios, la educación, los derechos humanos, la lucha contra la discriminación, manteniéndose siempre como la verdadera oposición al modelo económico neoliberal. A pesar de que en la primera vuelta el fujimorismo obtuvo solo el 26% de la votación, para el Parlamento ha colocado el 56% de los congresistas, gracias a las deficiencias de nuestras leyes electorales. Esta abultada representación parlamentaria, sin embargo, no es uniforme. Apenas una quincena de los congresistas electos son militantes de Fuerza Popular y la gran mayoría son independientes invitados. Varios de ellos son líderes locales o regionales que tienen una agenda propia. Esto no habría sido un problema si Keiko Fujimori hubiera ganado la presidencia y con ella el acceso al presupuesto público para financiar su programa populista, como lo hizo su padre en los 90. Pero su derrota ha cambiado el escenario. Si en el Legislativo el comando fujimorista optara por una oposición frontal contra el Ejecutivo, estaría por ver si los independientes querrían comprarse el pleito, indisponiéndose con quienes tienen el control de los recursos que necesitan para financiar sus programas particulares. Posiblemente esto neutralice en cierta medida la agresividad de los “duros” y juegue a favor de desplegar una oposición más inteligente. Está por ver, por otra parte, cómo termina la puja de poder entre los albertistas y los keikistas. Esta segunda derrota constituye indudablemente un duro golpe al prestigio de Keiko como dirigente. Su incapacidad para zanjar con el entorno corrupto que financió su campaña, incluso aún ahora, es muy elocuente. Fuerza Popular sigue funcionando en locales de propiedad de Joaquín Ramírez y Keiko sigue utilizando las camionetas que este aportó para la campaña. Mientras tanto, siguen apareciendo valiosas propiedades inmuebles en manos del afortunado ex secretario general y principal financista de Fuerza Popular. Las más recientes descubiertas son dos departamentos en Las Casuarinas, valorizados en 3’300,000 dólares. Los desplantes de Kenji contra Keiko –autoproclamarse candidato para el 2021, no ir a votar por ella– expresan el descontento de su padre, que por segunda vez ve frustrada su ilusión de salir de prisión gracias a un indulto presidencial. Keiko, por otra parte, no está en el Parlamento, mientras que Kenji sí. Posiblemente pretenderá asumir la dirección de la bancada. Para compensar, es bueno recordar que con el retiro, dispuesto por Keiko, de Martha Chávez, Aguinaga y Cuculiza de la lista parlamentaria Alberto Fujimori ha perdido a sus principales operadores políticos en el Congreso. La terrible matanza en Orlando, Florida, es el resultado de la letal combinación de homofobia y fanatismo religioso. Las reacciones en las redes sociales muestran que ambas lacras son vigorosas en el Perú. Es necesario luchar para erradicarlas.