(@elzejo) Tú no has cambiado, Pelona, sigues siendo la misma, le dijo Pedro Pablo Kuczynski a Keiko Fujimori en el último debate presidencial. Esta frase que nos remonta a la “planta” de la composición en décimas de Nicomedes Santa Cruz: “Cómo has cambiado, pelona, / cisco de carbonería. / Te has vuelto una negra mona / con tanta huachafería.”, invita a una reflexión que no es propia de casualidades electorales. Nicomedes Santa Cruz construía una crítica que se transmuta a la actualidad: la enajenación de lo que somos por adoptar otros modos y otras visiones –equivocadas– del mundo. Las presidenciales en el Perú muestran a un país furioso, agresivo, volátil en afinidades políticas, sin sustento ideológico para debatir, falto de responsabilidad al momento de acusar a alguien sin pruebas; donde la ética se ha degradado y en el que los medios de comunicación espectacularizan este proceso colocando cómicos que ridiculizan a los candidatos bajo la frágil excusa de “divertir”. Basta ver, incluso, programas nocturnos en los que se colocan micrófonos en calles para que el pueblo debata y se pelee como un ring que sirve para “entretener” y generar sintonía. Hemos aceptado este tipo de degradación que va de generación en generación durante años. El debilitamiento de nuestros valores se ha acentuado con esto y el resultado es el ambiente tenso que sentimos en las calles. Enfocarse en que un candidato es viejo para gobernar, por ejemplo, provoca rechazo en un país que tiene abandonada a su población anciana y no la integra como fuerza laboral ni intelectual –como sucede en países europeos–. ¿Acaso Bernie Sanders –precandidato demócrata en EE.UU.– fue criticado por ser viejo? No perdonamos que Alfredo Barnechea no haya comido chicharrón; algunos rechazan la idea de que una mujer sea presidenta. ¿Estos son argumentos válidos para elegir o descartar a un candidato? ¿Tendremos al presidente que nos merecemos? ¿Cuándo cambiará nuestra actitud?