Sorprende la cadena de reacciones que siguieron en Fuerza Popular a la denuncia que el programa «Cuarto Poder» y el periodista Gerardo Reyes (jefe de la unidad de investigación de la cadena Univisión) presentaron contra Joaquín Ramírez, Secretario General y principal financista de la campaña de Keiko Fujimori, quien estaría siendo investigado por la DEA por lavado de activos. Una tras otra, el fujimorismo empleó todas las excusas que se han inventado para quitarle el cuerpo a una acusación grave.La primera respuesta también es la más antigua. La presunción de inocencia viene siendo empleada en este caso desde setiembre del 2014, cuando la procuradora Julia Príncipe pidió que la fiscalía investigara a Ramírez, solicitud que fue acogida por la fiscalía. Intentar salir de una acusación con un componente jurídico y otro político apelando exclusivamente a la ley suele parecer insuficiente.Luego Fuerza Popular dio el siguiente paso: atacar al mensajero. La noche del domingo, Keiko Fujimori salió al aire para denunciar una «guerra sucia» contra ella y sus hijas, asegurando que estaban equivocados los que pensaban que esta clase de denuncias la afectarían «por ser mujer». Luego tiró el teléfono.El propio Joaquín Ramírez se sumó a esa estrategia, amenazando con denunciar a los periodistas que participaron en la investigación en su contra. Para entonces, los feligreses del fujimorismo habían emprendido una campaña de hostigamiento, lanzando insultos de todo calibre desde la impunidad de las redes sociales.Lo siguiente fue retorcer la verdad. Lo hizo Keiko Fujimori cuando planteó una teoría de la conspiración bastante temeraria, que confería un sorprendente poder a Pedro Pablo Kuczynski, cuyo paso por los Estados Unidos terminada la primera vuelta fue para coordinar esta ofensiva contra su candidatura. Lo hizo también José Chlimper, cuando la DEA publicó un comunicado para aclarar que Keiko Fujimori no estaba siendo investigada. De esta única afirmación, el vocero de Fuerza Popular concluyó que Ramírez tampoco era blanco de las pesquisas.Pero quizá la reacción más penosa estuvo en la conferencia de prensa donde Ramírez dijo: «Lo que pasa es que soy un cholo con plata y, para algunos, un cholo con plata solo puede ser narcotraficante o corrupto». Nada más irresponsable e infame que victimizarse apelando con ligereza a la carta del racismo en un país como el Perú, que históricamente lucha contra esa lacra.Este cerrado blindaje a Ramírez solo consiguió aumentar las sospechas en su contra, además de darle un mayor impacto a su salida de la campaña, cuando esta por fin ocurrió. De paso, pone en perspectiva parte del compromiso firmado por Keiko Fujimori en el debate de la primera vuelta: «Me comprometo a ser drástica en la lucha contra la corrupción, respetando la independencia de poderes. No utilizaré el poder político para beneficiar a ningún miembro de mi familia».