Mientras la atención estaba puesta en el debate técnico, la noticia decisiva apareció algo más tarde. En efecto, Cuarto Poder exhibió un reportaje de Univisión sobre la investigación que la DEA estaría realizando a Joaquín Ramírez, secretario general de Fuerza Popular y puntal de Keiko Fujimori. La sospecha de lavado es un secreto a voces en el país, incluso hace pocas semanas fue ventilada por Hildebrandt en sus 13, y se basa en la impresionante fortuna adquirida en pocos años por los integrantes de una familia que empezó realmente muy de abajo haciendo negocios en las zonas cocaleras. La acusación golpea la línea de flotación de Keiko, al grado que al comunicarse telefónicamente con el canal, la candidata lució exasperada y cortó la llamada abruptamente. Luego, más repuesta trasladó la acusación a las instancias correspondientes. Es decir, asimiló y desvió el tema, sin anunciar una investigación interna ni menos una separación temporal. Fue la misma línea que el lunes mostró José Chlimper, quien contra los hechos más evidentes sostuvo que sobre Ramírez no pesaba ninguna imputación.El punto es decisivo porque la ciudadanía está consciente del peligro de la transformación del Perú en un narcoestado. Esta amenaza se siente cercana y se tiene al frente el ejemplo mexicano como un destino que nadie desea. Si la inseguridad es un mal del presente, nadie duda que se multiplicaría tremendamente si los negocios sucios toman el núcleo decisorio del Estado. Incluso la suerte adversa de Alan García ha guardado relación con la acusación de narcoindultos que pesaba sobre su segundo mandato. La gente no quiere nada que huela a lavado cerca de la presidencia de la república. Como el equipo pro Keiko ha sentido la pegada, inmediatamente ha saltado en su defensa. Entre otras respuestas llama la atención la protesta nacionalista del periodista Ricardo Vásquez Kunze, quien ha reclamado por la supuesta intromisión de EEUU en los asuntos internos del Perú. Sigamos su razonamiento. Si un informante de la DEA ha denunciado a Joaquín Ramírez es porque esta agencia lo debe haber autorizado. Sí es así, el gobierno de EEUU está interviniendo en las elecciones peruanas, soltando una bomba a tres semanas de la segunda vuelta. Llama la atención el tono nacionalista y antinorteamericano de esta defensa de Keiko, porque se suponía que Fuerza Popular era un movimiento globalizado, defensor a ultranza del libre mercado, que concebía a EEUU como líder del sistema. Aquí tenemos una primera gran paradoja, las necesidades de campaña obligan a un discurso antiimperialista que se eleva desde los predios de la derecha populista. Por otro lado, el hecho tiene también un contenido paradójico para las fuerzas progresistas. Ahora resulta que EEUU estaría proporcionando el caso que puede derrotar al fujimorismo. Suena extraño, pero hay cierta consistencia que conviene tener presente.En los 1990 el gobierno norteamericano comenzó feliz con Alberto Fujimori, pero fue tornándose crecientemente hostil. Primero, por la sospecha de complicidad de Vladimiro Montesinos y algunos militares con el narcotráfico. Segundo, por la ilegitimidad de su tercer mandato consecutivo. En ese entonces, gobernaba Clinton y eran los mismos demócratas que ocupan actualmente el poder con Obama. Las diplomacias no actúan por impulsos, sino por líneas de intereses que se aprecian en el largo plazo. Si la denuncia contra Ramírez tiene fondo, irán saliendo nuevos elementos en los próximos días. Si no es así, quedará como parte de los fuegos artificiales de campaña. Pero, no parece el caso. Gerardo Reyes, el periodista de Univisión, es un ganador del premio Pulitzer y tiene un temita cantado para su currículo: la bala que terminó con el segundo intento de Keiko por llegar al poder.