Hay diferentes elementos que van apareciendo día a día que al juntarlos permiten apreciar lo que se viene. Tomemos como ejemplo las noticias de que el Perú ha crecido 6% en febrero –sobre todo por la minería– lo que ha sido tomado por muchos como “la pistola humeante” que demuestra la vigencia irrestricta del modelo económico. Lo que no se dice es, de un lado, que este crecimiento de la minería se basa en inversiones realizadas hace ya varios años y que, justo ahora, han comenzado a producir: Las Bambas, la ampliación de Cerro Verde y la mina Constancia. La cuestión de fondo es que el crecimiento con este modelo no genera las condiciones básicas para pasar de ser un país de ingreso medio (US$ 500 per cápita mensuales) a ser uno de ingresos altos (US$ 1,000 mensuales per cápita). Para llegar a esa primera división el crecimiento tiene que basarse en aumentos importantes de la productividad (es decir, el aumento de la cantidad de bienes producidos por cada trabajador), no solo de la productividad minera sino, también y fundamentalmente, de aquella que viene del sector industrial y manufacturero, que genera valor agregado. Pero no es eso lo que escuchamos. Por el contrario, se habla de la “oportunidad histórica” de tener el 80% del Congreso para impulsar las “reformas estructurales” pendientes. Una sería la aprobación de una nueva Ley General del Trabajo que, por fin, acabaría con los ”sobrecostos laborales”, supuesto causante del retardo en el crecimiento económico y del aumento de la informalidad. Lo que no se dice es que el DL 1086 del 2008 (Ley MYPE) recortó las vacaciones a 15 días, eliminó la CTS y las dos “gratis” a la microempresa y a la pequeña empresa. Ni la Ley “Pulpín” recortaba tanto los derechos laborales. Pero la informalidad apenas bajó. Por eso, en el 2013, la Ley 30056 amplió el espectro: se eliminó la cantidad de trabajadores para poder acogerse y ahora “entran” todas las empresas que facturen hasta 2,300 UIT (antes eran 1,700), o sea S/ 9 millones, cifra que no es pequeña. No hay “sobrecostos” que causen informalidad en las MYPE, entonces. Por eso, lo que se oculta es el objetivo de modificar el Régimen General del Trabajo (DL 728) de las medianas y grandes empresas. ¿Por qué? Por la misma razón que el ministro Segura disminuyó el impuesto a la renta a las empresas: para que “enfrenten mejor este tiempo de desaceleración económica y se animen a invertir”. Resultado: la inversión privada sigue cayendo y el fisco ha perdido S/ 2,900 millones el año pasado. Y ni Keiko ni PPK plantean que se revierta esta medida. Peor, en el plan de PPK las empresas pueden descontar su inversión del impuesto a la renta, algo parecido a la Ley 23231 de 1980 (Ley Kuczynski), que exoneró impuestos a las petroleras por el mismo concepto, perdiendo el fisco US$ 330 millones. Lo que se viene ahora es una versión recargada de “ayuda a las empresas”. Como el crecimiento va a permanecer lento (están cayendo la inversión y la demanda), se dirá que la salida viene por el lado del aligeramiento del costo del despido y de los “sobrecostos laborales”. La discusión todavía no toca esos temas y se ha centrado en los CTS y el seguro de desempleo. Temas importantes pero que no son el plato de fondo. Pasadas las elecciones, los voceros de la derecha empresarial argumentarán acerca de la oportunidad histórica de esta “reforma estructural”. Resumiendo, tenemos enfrente la voluntad de preservar el modelo económico, que hace de la minería su centro de gravedad. Y, también, de seguir con las políticas que recortan los derechos de los trabajadores como elementos clave para salir del estancamiento. Lo que no se toma en cuenta es que ha habido un enorme shock externo negativo que ha impactado el precio de las materias primas, eje central del modelo, lo que quiere decir que ya no se puede continuar con las mismas políticas de antes. Pero aquí erre que erre con seguir en lo mismo. La cuestión es que, aún si persistieran los altos precios de los minerales, igual habría que cambiarlo. Pero aquí una subida del PBI de un mes ya es vista como un “brote verde” que augura el retorno triunfante del crecimiento tradicional. El cambio de modelo no consiste en un cambio de sistema económico, sino en un cambio de las prioridades, tanto en el rol del Estado y el mercado, como en asumir la diversificación productiva como el nuevo eje central, entre otras medidas de política. Ese es el comienzo de una verdadera reforma estructural del aparato productivo del país para generar más empleo. El ejemplo del impulso a la industria petroquímica en el Sur, una vez terminado el Gasoducto Sur peruano brilla por su importancia. Pero lo han tomado en cuenta a regañadientes. Y podríamos seguir. Se vienen tiempos difíciles.