La semana pasada estuve en un debate que nunca creí posible. Era una mesa redonda organizada por la asociación de excarcelados presos políticos, de indirecta filiación senderista. En esta reunión participaron tres oficiales del EP en situación de retiro, incluyendo a un general. Al darme cuenta de la situación, entendí que discutiría con las fuerzas enfrentadas durante la guerra interna 1980-1992. Asimismo entendí mi papel en la reunión, como ponente de la línea planteada por la CVR. Nunca fui miembro de ella, pero asumí que había sido invitado para defender un campo político, el Informe de la CVR. De ese modo, en esta reunión estaban presentes tres posturas. No eran expuestas por representantes oficiales, sino por personas que las explicaban a su real entender. Quizá los representantes de Sendero eran los más oficiales, porque de hecho eran los organizadores. Pero eran tres posiciones diferentes, que se habían expresado desde la guerra y que ahora 25 años después hablaban bajo el rótulo de la memoria. El primero en hacer uso de la palabra fue el general, quien tuvo un planteamiento bien articulado. Para empezar, caracterizó la violencia senderista como guerra revolucionaria, concebida para la captura del poder por una fracción del comunismo. Enfatizó en la presencia de un proyecto subversivo como clave para entender a Sendero. No quiso abundar en detalles del conflicto, sino que se dirigió a las causas, sosteniendo que la verdadera historia esclarece las razones de los hechos, revela los porqués. A partir de ahí, criticó duramente al Estado. Históricamente había olvidado a la sierra y menospreciado al indígena. Era excluyente y estaba dirigido por políticos irresponsables. Durante el conflicto armado interno, los políticos habían dejado caer sus obligaciones y las habían trasladado a los uniformados. A ellos no se les dio instrucciones políticas y en el posconflicto se los ha enjuiciado. Es un abuso del Estado con el cuerpo militar y se debe a la instigación de los grupos de DDHH, que se han convertido en traficantes de esta materia. Por su parte, tanto los organizadores como algunos integrantes del público presentaron el punto de vista senderista. De acuerdo a su parecer, las causas de la guerra interna eran la pronunciada desigualdad y el racismo exacerbado que nos caracterizan. Eran heridas abiertas que seguían lacerando al país. A continuación, elaboraron su propuesta de solución y reconciliación. Plantearon una salida política basada en la amnistía para todos los protagonistas de la guerra y la reconciliación como consecuencia. De veras creían posible que las cárceles se abran para dejar salir a Abimael Guzmán y su estado mayor. Fui escéptico de la viabilidad política de este planteamiento y no creí posible ese camino. Mi tema fue memoria, recordando que casi todos los actores habían dado su versión, salvo los subversivos. Para empezar, el Informe de la CVR, que adopta el punto de vista de las víctimas civiles atrapadas por el conflicto. Ese punto de vista ha sido encarado por el Informe oficial del EP, titulado En Honor a la Verdad. Asimismo existen varias versiones de la policía y la infantería de marina. Incluso ha hablado la siguiente generación, los hijos. Es decir, todos menos los acusados de terrorismo. La verdad saldrá de la confrontación de los diversos pareceres, ofreciendo a los lectores información completa sobre hechos e interpretaciones. Para hacerlo, solo falta la reconstrucción histórica del propio Sendero. Pero la reconciliación no surge automáticamente de la verdad. Se requiere un paso más. El perdón y las condolencias son indispensables. Para ello se requiere hablar y al terminar sentí que había participado, sin querer queriendo, en la apertura de ese diálogo.