Mayo se perfila como un mes electoral larguísimo y pendenciero. El concurso de puyas entre candidatos parece ser indispensable para toda elección, como la forma más expeditiva de desacreditar al rival, y por lo tanto tendremos más de eso con el paso de los días. Pero aun así, el espectáculo de los políticos peleones se está volviendo cada vez más irritante. Sobre esto hay por lo menos un par de teorías. En una de ellas la buena puya, es decir la que surge de un cálculo eficaz y da en el blanco, ilumina las debilidades del contrincante y le quita votos. En otra estos ataques solo están predicándoles a los ya convencidos, y en consecuencia prácticamente no afectan la contabilidad, e incluso perjudican al que ataca. Este aspecto de la elección, que podríamos llamar su lado algo cochino, es el que más entretiene al público y el que le da sus irresistibles vibraciones de espectáculo deportivo. El resultado de la victoria en el partido de las puyas es una imagen con menos barro encima que la del rival. Esto con la esperanza de que el premio sea un nuevo voto. Pero si las puyas llegan a aburrir o irritar, la alternativa propuesta (ahora último también por Ollanta Humala) tiene sus bemoles: una confrontación a full de planes y propuestas de gobierno, detallada por los especialistas de cada equipo, puede resultar un ejercicio difícil de seguir para el respetable público, sobre todo en algunos de sus aspectos más técnicos. Al final en efecto la puya reina. Nadie recuerda qué planes municipales llevaron Luis Bedoya y Alberto Grieve a su debate de 1966. Lo que queda es la frase “faltoncito, y mudo” que definió el debate a favor de Bedoya. ¿Definió también la victoria en las urnas? Quizás nunca lo sabremos. Bedoya siguió soltando buenas frases, pero no volvió a ganar una elección. Quizás la puya es atractiva también porque corteja la ilusión, a la vez teatral y deportiva, de que en una elección existe un momento de decisión, en este caso una frase feliz que a la vez es lapidaria. Dicha al inicio de un proceso, una frase así le hubiera ahorrado a muchos votantes largos meses de incertidumbre.