No le doy mucha importancia a las encuestas de segunda vuelta antes de que se conozca a los finalistas. No suelen ser muy precisas, tanto por el número de indecisos como quienes no han pensado bien el nuevo escenario. Recordemos que Humala en el 2011 perdía por goleada contra Fujimori. Pero, por ahora, los resultados se parecen bastante a lo que se reportaba antes del 10 de abril: empate técnico. Les soy franco. Pensé que las primeras encuestas mostrarían a un Pedro Pablo Kuczynski en desventaja. Por su voto de primera vuelta lo veía ya encuadrado como el candidato de los ricos, de Lima centro, ajeno a los intereses de los ciudadanos más pobres. Un remake de Vargas Llosa-Fujimori 1990, pero con menos distancia, pues el antifujimorismo también es fuerte. Si se consolidaba la imagen de PPK como pituco y limeño, la segunda vuelta sería, aunque ajustada, de Keiko. Las encuestas muestran que ese encuadre se ha dado solo parcialmente. Sí, según Ipsos, Keiko gana en los sectores D y E por más de 10 puntos. En el norte también gana por lejos. Pero no hay un clivaje urbano-rural, ni siquiera Lima-interior. Al revés, siempre según Ipsos, incluso PPK gana por poco en rural e interior. Y en el sector C, PPK también lleva ventaja. Keiko intenta construir esa imagen negativa de su rival, pero hasta ahora los datos se resisten a confirmarla. Una razón importante por la que este encuadre no se ha dado es el voto del Sur, que muestra una clara preferencia por PPK. Aunque haya menos votantes en esta región, era el sector donde había más voto de primera vuelta por capturar y hasta ahora se va con PPK. Según IPSOS, el 54% de quienes votaron por Verónika Mendoza, muchos de esos votos en el sur, se va con PPK. Keiko apenas gana 12% de los votos de Mendoza. Sin esos votos la división del voto sería más cercana al encuadre mencionado. En una elección tan ajustada, con varios frentes que no pueden descuidarse, la pelea por el sur será decisiva. Reitero, me sorprendió. En la elección pasada el fujimorismo casi no creció en segunda vuelta en el sur andino. Pero en esa ocasión tuvo al frente a quien había sido ganador en esa región. No pensé que teniendo que escoger entre antifujimorismo y un candidato del establishment, el sur crítico tuviese (hasta ahora) una posición tan clara. Ello deja varias lecciones sobre el sur (y otras regiones del centro y norte donde le fue bien a la izquierda) que espero la campaña de PPK pueda ver. Primero, recalcar (y recalcar) el “hasta ahora” que he repetido varias veces en esta columna. Estos ciudadanos conocerán y conversarán en estos días con más votantes fujimoristas de primera vuelta que PPKausas. Ello puede ayudar a inclinar su voto hacia Keiko. Además, el riesgo de ser encuadrado como candidato de los ricos seguirá presente, más en una campaña en la que en cualquier momento a PPK o a su entorno se les puede escapar un gesto inoportuno o una pitucada de polendas. Si Kuczynski quiere ganar tiene que asumir que ese voto crítico no es necesariamente suyo. Tiene que cuidarlo e intentar convencer a buen número de indecisos. Ello no pasa por alianzas de cúpulas ni por un mal disfraz de izquierdista, sino por un reconocimiento del contenido crítico, molesto, de esas zonas del Perú que en primera vuelta votaron masivamente por el Frente Amplio y Democracia Directa. Pasa por gestos claros. La hoja de ruta de Kuczynski no es solo democrática, mal que bien cubierta. Su hoja de ruta más urgente es social: un conjunto de medidas creativas y creíbles que, con humildad, reconozcan la deuda del modelo económico con regiones y sectores que han ganado menos en estos años y donde se mantienen fracturas históricas. ¿Qué se hará para resolver la brecha de infraestructura; mejorar indicadores críticos en educación, salud; brindar oportunidades? Confiar en el antifujimorismo sería idiota, no siempre habrá un Kenji para salvarnos.