¿Cómo es posible que la bancada de Keiko Fujimori obtenga 71 curules de un total de 130 puestos en el Congreso, si su voto real emitido no representa más del 26% del total del padrón electoral? Es decir, 3 de 4 peruanos inscritos en el padrón, no votaron por sus parlamentarios. ¿Cómo se explica entonces que tenga 55% de la representación nacional? Las reglas del juego históricas indican que no vota entre 15% y el 20% de la población. ¿Por qué? Por múltiples razones. Los más, porque migraron y no se inscribieron en sus consulados para votar. Otros, porque votar en el extranjero –aun inscritos– es lejano y costoso. Hay los que están enfermos o trabajan ese día. Del mismo modo, un 15% que sí vota, lo hace nulo o blanco, siempre. No importa quienes sean los candidatos. Votos nulos y ausentismo, son sumados en cada elección, alrededor del 30% del padrón electoral. De ahí que los porcentajes reales sean menores. Sin embargo, la asignación de curules, por razones obvias, no puede considerar la voluntad de quien no la emitió, cualquiera sea su razón. Por tanto, esa voluntad se tiene que ignorar. Sobre el 70% restante, que sí emitió su opinión, se aplica la cifra repartidora, un método complicado de explicar, pero tan bueno como otros para reflejar la representatividad del voto. Sin embargo, falta agregar un elemento. La valla excluye a todas las listas con menos de 5% de votación nacional. Por ejemplo, en Cajamarca, la bancada de Democracia Directa, liderada por Gregorio Santos llegó al 4.9% pero, al no pasar la valla, no logró asignación de ningún curul. ¿Qué pasa con esos votos? Pueden llegar, sumados, en esta elección, a un 8% de la votación nacional. Así, se reparten también entre los que sí pasaron. En resumen, 38% del padrón no está representado en este Congreso. Y es lo usual. La valla electoral y la cifra repartidora favorecen a todos los que califican para ir al Congreso, pero lo hace en mayor medida con la lista que va primera. De ahí el éxito de la estrategia de Fujimori. No ha trabajado en hacer crecer su militanc­­ia –no llega a 5,000 inscrit­­os­­ ­– s­­­ino en hacer una red de alianzas con líderes locales populares en circunscripciones pequeñas, donde puede llevarse casi todos los representantes. Los representantes de Cajamarca que perdió Santos, los ganó Fujimori. Esa es la razón por la que el fujimorismo termina sobrerrepresentado y por la que la calle puede hablar, muy pronto, de forma muy distinta a una bancada disciplinada. Sin embargo, la disciplina, en esta oportunidad, puede ser frágil. Fujimori, como lo hizo hace 5 años Humala, ha recogido, por todo el país, caras nuevas no necesariamente leales al fujimorismo histórico que fue desplazado en este proceso. Fujimori tuvo éxito en la estrategia de capturar el Congreso con holgura, pero ¿podrá mantenerlo así? Esa es otra cosa. Los roces entre Cecilia Chacón y la candidata presidencial son una muestra de esa indisciplina, aún en el cogollo del poder. “La puerta grande” que pidió Chacón para Alberto Fujimori, puede ser una “frase infeliz” pero refleja una verdad de a puño. No hay ninguna salida legal o judicial (que no sea corrupta) que pueda revisar una condena en la que el condenado se allanó. Fujimori –y su hija lo­ sabe ­­­­­– robó 15 millones de dólares para dárselos a Montesinos y los repuso con fondos propios. Él mismo lo admitió. Eso es irrevisable. Tampoco pueden revisarse los asesinatos del Grupo Colina. La única forma es que los muertos aparezcan vivos y eso, con tristeza, es imposible. No hay, ni habrá “salida judicial” y, si esta se da, será por un acto de descarada corrupción. Fujimori, en entrevista a El Comercio, a fines de enero, sostiene que su padre es inocente. Se respetan los sentimientos de la hija, pero no los de la política. Si su padre, con Montesinos, crearon el grupo Colina y robaron en conjunto (¿para qué quería Montesinos 15 millones de dólares para escapar, si tenía más de 200 millones dólares robados en Suiza? ¿Eran de él o –como lo declaró– era un “fondo de contingencia” creado por orden de Fujimori?) y ella misma no puede explicar de qué vive su familia en Japón ¿puede ser creíble su compromiso con la democracia? Imposible. Si gana las elecciones, tendrá poderes absolutos, otorgados por el pueblo. Pero no le creo nada, desde que se niega, ya por años, a contestarme estas y otras preguntas cuya respuesta bien conoce pero se niega a recordar.