En toda campaña electoral en cierto momento comienza la guerra sucia. El principio es simple y lo sabe todo interesado en política. En las mayorías, el voto es emocional y antes que una decisión consciente en positivo es una reacción defensiva ante un supuesto peligro. Por lo tanto, se trata de exagerar la supuesta amenaza que constituyen los rivales. El futuro del votante estaría comprometido. A tres semanas de la primera vuelta y en un escenario muy volátil, hemos entrado en esta fea fase de la guerra sucia. En el rostro de los candidatos ahora veremos lodo en vez de huevos. Los expertos en este tipo de batallas estudian las debilidades y atacan a los flancos, levantando hasta las nubes ciertos temas que efectivamente son parte del perfil del candidato al que piensan derribar. No es un invento total, sino la magnificación de realidades y su presentación como amenaza al elector promedio. En estos días el objeto de mayores ataques es Verónika Mendoza, puesto que la candidatura del Frente Amplio se halla al alza y constituye una alternativa al modelo neoliberal en curso desde hace 25 años. Por ello, se juntan los poderes fácticos: medios concentrados de prensa, periodistas truchas, supuestos peritos y congresistas de agrupaciones rivales, intentando hacer puré una candidatura que ven como amenaza. El defensor acrítico del sistema siente temor de perder las elecciones y para curarse en salud busca exacerbar las fobias del votante. Las acusaciones contra Verónika son dos. En primer lugar, que es chavista y/o directamente terrorista. En alguna oportunidad, efectivamente Vero declaró que el dirigente venezolano Leopoldo López había complotado contra un gobierno electo. Poco importó que a continuación añadió que el juicio a López había sido injusto y su condena era ridículamente excesiva. Se agarraron de la primera parte de su respuesta y olvidaron el resto y la conclusión. Así, deformando su postura armaron un muñeco que repiten incesantemente. Esta acusación ha dado un paso más en un último programa dominical, al presentar un tendencioso reportaje sobre un candidato del FA al Congreso cuyo padre militó en el MRTA y purgó su condena. La inferencia era simple, el candidato es terrorista porque su padre lo fue y de paso Vero también comparte esa postura, porque caso contrario no lo estaría llevando en su lista. En ningún momento se hizo la analogía obvia. Keiko también es hija de un sentenciado por homicidio y el programa dominical no la acusa de asesina, porque en efecto los delitos y las penas son individuales y no se heredan. Pero con toda tranquilidad ese razonamiento se aplica a la candidata del FA. La inequidad como regla de oro de la prensa concentrada. Por su lado, la denuncia de las agendas es un nuevo récord Guiness del absurdo. Una famosa periodista ha encontrado una anotación en la fotocopia de una agenda de Nadine y supone que la habría efectuado Verónika. A continuación, contrata a un perito que compara la anotación de la fotocopia con un documento parlamentario, donde Vero solo ha escrito dos palabras, su propio nombre. Olvida el perito que para comparar grafías se requiere mirar escritos más o menos considerables, no solo dos palabras. Así no se puede arribar a ningún resultado porque es demasiado escaso. Además, tanto el párrafo de las agendas como las dos palabras del documento parlamentario están en mayúsculas y sin conexión entre las letras. En el caso de mayúsculas escritas en forma separada, todas las grafías son casi iguales, y con solo dos palabras para comparar, el peritaje carece de sentido. Aunque estamos llenos de sorpresas. El encargado de adelantar el peritaje fue nada menos que un conocido señor de las encuestas, que por casualidad es pareja de la periodista de Willax y que en su columna en el decano se encargó de contarnos que Vero la tenía difícil por su asociación con las agendas de Nadine. Total, quien debería parecer neutral es responsable de abrir la temporada de la guerra sucia.