La candidatura de Julio Guzmán sigue en veremos y su exposición mediática continúa siendo elevada. Además, es propaganda gratuita y positiva, porque lo presenta como víctima de competidores abusivos que quieren eliminarlo. Las tachas ayudarán a que se consolide como placé. Mientras tanto, salvo Keiko, se derrumba el resto de candidaturas del ayer denominado “elenco estable”. Entre ellos PPK ha sufrido una caída particularmente notable. ¿Existen vasos comunicantes entre PPK y Guzmán? A través de una mirada histórica, veremos cómo se trata de una propuesta semejante, empaquetada de manera diferente. El Perú independiente comenzó caóticamente, liderado por un ineficiente caudillismo militar, generando una reacción del pensamiento conservador ilustrado, cuyo principal representante fue Bartolomé Herrera. Él sostuvo que la independencia había significado un gran desorden y se requería redefinir las jerarquías, poniendo a la inteligencia a la cabeza y desplazando a los torpes y prepotentes militares que hasta entonces se habían sucedido en la presidencia. El saber conservador y cultivado siempre ha aspirado al gobierno. Pero nunca lo ha conseguido en forma plena. En realidad, los representantes de esta tradición han sido acompañantes del poderoso, ocupando el área técnica del aparato del Estado y dejando las manos libres a gobernantes que tejen las alianzas políticas y militares necesarias. En tiempos pasados, los representantes de esta tradición estaban muy interesados en la educación y la producción ideológica. Luego, avanzando hacia nuestros días, se hicieron fuertes en el Ministerio de Economía y hoy el eje de sus desvelos es darle continuidad al modelo neoliberal, lo que vienen logrando desde los noventa. Ahí podrían seguir para siempre, aliados a quien ocupe la presidencia y controlando los ministerios claves. Pero dentro de esta corriente ha surgido una inquietud sobre el curso político actual. La tecnocracia piensa que es necesario realizar reformas neoliberales de segunda generación, que están estancadas desde hace veinte años. ¿Acaso SEDAPAL y Petroperú se han privatizado? ¿Cuándo se van a flexibilizar los derechos laborales? ¿Cómo combatir la corrupción y mejorar la eficiencia del Estado? Como no hay respuesta, entre la tecnocracia ha crecido la ambición política. Su idea es que los gobiernos centristas o populistas de derecha no tienen determinación para la segunda generación de reformas neoliberales. Por ello, sería necesario disputar el poder con un candidato viable. Ese fue PPK. Venía de la campaña anterior y a pesar de sus hándicaps: edad y nacionalidad, se le construyó como una alternativa potente, capaz de disputar exitosamente la segunda vuelta con Keiko. Pero no ha dado fuego, se fue apagando a causa de un cúmulo de errores y ahora es difícil que resucite. Entonces surgió un calichín del mismo perfil. Sonó la hora de Guzmán. Como se sabe, proviene del partido llamado originalmente Coordinadora Nacional de Independientes, que se formó alrededor de Drago Kisic para acompañar a Lourdes Flores el 2001. Ha conservado el registro electoral gracias a oportunas alianzas para cada elección presidencial. Este grupo político estuvo vinculado a la consultora Macroconsult, que en esta oportunidad está tomando cierta distancia. El perfil es el mismo, un equipo de tecnócratas de derechas, susceptibles de trabajar en cualquier gobierno, porque en el fondo están en lo mismo: modernizar el modelo imperante desde los noventa. Pero PPK es antiguo, lobista y no sintoniza con la mayoría de la ciudadanía. Mientras que Guzmán es nuevo y luce fresco, sin mochilas. Eso le gusta al electorado, aunque por ello es débil y poroso. No aparece un equipo solvente detrás del candidato y su lista de congresistas está integrada por casi desconocidos. Además, sus propuestas están en construcción y su grupo cae en frecuentes contradicciones. En el alto mando de Keiko debe haber cierta confianza, es tan feble que lo pueden derrotar.