Al separar de su campaña a una congresista emblemática del lado duro como Martha Chávez, Keiko Fujimori ha dado un paso importante en el afianzamiento de su liderazgo en el partido que es indispensable para ganar la elección y convertirse en la primera presidenta mujer del Perú. En un contexto de fuerte y público enfrentamiento, con Alberto Fujimori tratando de poner a su hija entre la espada y la pared para asegurar su dominio a través de la mantención de ‘sus’ congresistas, la candidata resolvió con rapidez y ‘cortando por lo sano’. Esto significó el anuncio de quiénes van y quiénes no van en la lista, sacando, entre otros, a Chávez, quien encarna las peores taras del fujimorismo –y dejando en cambio, con acierto a Luz Salgado–, y siendo ella misma quien lo anuncie. Ello es parte de un cambio de discurso iniciado en Harvard con el que pretende transmitir la sensación de querer acercar al fujimorismo al respeto al estado de derecho, a la defensa de los derechos humanos, o marcar distancia con la corrupción. Es materia controversial si la candidata de Fuerza Popular toma estas decisiones por convicción–es decir, porque realmente lo cree y quiere conducir su eventual gobierno de ese modo– o por mera conveniencia táctica solo para ganar la elección, que es el mensaje que quiere transmitir una congresista defenestrada como Chávez cuando dice que “el objetivo estratégico y fundamental del fujimorismo es lograr que Keiko Fujimori sea presidenta del Perú”. Salvo que se piense que todo lo que está ocurriendo es un plan armado, como esos programas ‘Armani’ que hoy ensucian la televisión, parece que, en cualquier caso –por convicción o por conveniencia–, quien corta hoy el jamón en el fujimorismo es Keiko Fujimori y no su padre. De este modo, avanza en la construcción del escenario de la segunda vuelta, porque es previsible que estará en esa fase, para enfrentar mejor el riesgo evidente de que el antifujimorismo acabe derrotando al fujimorismo, como de alguna manera ocurrió en la elección del año 2011. El riesgo principal que ella enfrenta ahora es que ese fujimorismo duro se organice para contener su avance, por ejemplo, desde una plataforma como la de Nano Guerra García cuya estrategia de comunicación es manejada por Carlos Raffo. Es poco probable que eso ocurra, pero, por ahora, Keiko Fujimori está mostrando más convicción para renovar su agrupación política con relación a lo que viene sucediendo en el Apra de Alan García, el PPC de Lourdes Flores o en la izquierda, donde los dinosaurios siguen, en todo sentido, más vivos que nunca.