Adiós al maestro. El reconocido poeta murió ayer en el Hospital Arzobispo Loayza a los 75 años de edad. Miembro de la generación del 60, autor de libros como Contra Natura y Fata Morgana, estaba internado hace más de una semana. También hizo narrativa. Asimismo, era aficionado de la astrología y fue uno de los pioneros del auge de la gastronomía peruana.,A la una de la madrugada, desde el Hospital Arzobispo Loayza, el poeta Rodolfo Hinostroza Clausen ascendió hacia los astros, ese universo celeste al que también le dedicó harto tiempo y no poca pasión como aficionado a la astrología. El autor de los formidables Consejero de lobo (1965) y Contra Natura (1971) murió en la madrugada de ayer en plena batalla por su salud, pues hace más de una semana se había internado en dicho hospital porque se le detectó síntomas de aneurisma. Junto a él lucharon su familia, amigos, lectores, pero no se pudo contra la muerte. PUEDES VER: Falleció Rodolfo Hinostroza, autor emblemático de la poesía peruana Rodolfo Hinostroza perteneció a una legión de poetas de la llamada generación del sesenta, esa ola a la que pertenecieron los también recordados Antonio Cisneros, Javier Heraud y César Calvo, solo para recordar a tres poetas que han dejado sus antorchas encendidas en el cielo de la poesía peruana. Sin duda, dos libros, Consejero de lobo y Contra Natura, plantearon una manera distinta de escribir poesía en nuestro país y acaso en la lengua castellana. En ellos se aprecia influencias de la poesía anglosajona, pero sometida al crisol de un lenguaje nuevo, contemporáneo. En Consejero... bulle el mundo de la infancia, los recuerdos del padre, y su fe total en la poesía, en el fuego creativo, en la vida. En Contra Natura, como dice Marco Martos, hallamos un poeta incómodo ante el mundo: "el entusiasmo por la revolución ha pasado, no quedan atisbos, pero estamos frente a un poeta que abjura de la revolución, es un individuo colocado a fines del siglo XX, que con carácter profético señala los excesos del Estado; ese César, ese demiurgo que vive inmerso en el Poder, es personificación de lo despiadado que arrasa con cada persona". Otro libro que se traza en ese lenguaje es Nudo Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados (2008). Rastros de la vida Rodolfo Hinostroza nació en Lima, en 1941. Era todavía un niño cuando viajó con sus padres a Huaraz, Áncash. Esa experiencia muchos años después, en el 2005, rememoraría en su poemario Memorial de Casa Grande. A su regreso a Lima, estudió en el Colegio Guadalupe y de allí pasó a estudiar Medicina en la Universidad de San Marcos. Pero allí vivió un dilema. Su padre Octavio era un poeta, su madre también escribía y en él había una tentación latente por la literatura. Y sin más, abandonó Medicina y se arrojó a los brazos de la musa de la poesía. Como le contó al poeta Víctor Ruiz Velazco, eso ocurrió cuando tenía 19 años y se encontró con César Calvo en el Patio de Letras de San Marcos. –¡Yo he dejado todo por la poesía! ¡No puedes jugar a ser poeta! ¡Debes escoger ahora mismo! –lo sacudió Calvo. Y agregó: –Ser poeta es ponerse en manos del destino. Y así fue, Rodolfo Hinostroza se pasó a la orilla de aquellos que viven para las palabras. Pero tampoco toleraba abusos contra los poetas, de allí su rechazo a participar en un festival literario en el que solo querían pagarle el taxi. Como otros jóvenes de su generación, viajó a La Habana, Cuba, pero a diferencia de Javier Heraud, que quiso transformar la realidad con las armas, Hinostroza se mantuvo fiel al credo de la poesía. Pero en Cuba publicó su primer libro, Consejero de lobo. Después viajó a París, vivió Mayo 68 y en 1971, con su libro Contra Natura ganó el premio Internacional Maldoror, organizado por la editorial Seix Barral. Era el primer poeta peruano que ganaba un premio internacional (pero después, en 1987, ganó el Primer premio Juan Rulfo de Cuento -París, 1987; en el 2013, Premio Nacional de Cultura -Categoría Trayectoria). Regresó a Lima en 1984. Trabajó en varios medios periodísticos, entre ellos La República. Demostró su afición por la astrología y fue también uno de los primeros pioneros del boom de la gastronomía peruana, tema en el que publicó libros y ganó premios. Asimismo, hizo narrativa, es autor de Aprendizaje de la limpieza (1979), Fata Morgana (1994) y Cuentos de Occidente (2001). Rodolfo Hinostroza era genio y figura. Y era un contra. Ahora que se ha ido, recuerdo aquello que me contó el poeta Hildebrando Pérez. Ante una marcha de los obreros de la CGTP, que salían diciendo "¡¡Las calles son del pueblo!, para unirse en una marcha común con los estudiantes, Rodolfo, con su voz ronca, les corregía, no sin bromear: "¡no, las calles son de asfalto!".