nuevo zoo. El escritor ha publicado Bestias ridículas, un bestiario particular en el que los animales, trastocados por fino humor, adquieren nueva vida y nueva imagen.,Una raza de perro con mirada triste, en realidad exprofesa para ablandarnos el corazón y darle nuestro almuerzo; el “Gato Jazmín”, cuyos orines, aromáticos, huelen a jazmín; el cocodrilo Lacoste, que anda como marca de ropa, en sí constituye un peligro, pues cualquier descuido de un mordisco se lleva una tetilla de quien viste la prenda. Estos son algunos animales de los más del medio centenar que Luis Freire Sarria incluye en su particularísimo bestiario que ha titulado Las bestias ridículas (Ed. Altazor).Como si se tratara de un Midas del humor, Freire Sarria, a manera de “retratos”, describe sus bestias ridículas,las transforma, las reinventa a “rango de ficticios”. “Es un bestiario contemporáneo, alimentado con animales de hoy en día que no necesitan combinar partes de uno con las de otro, como era frecuente en la antigüedad”, dice.Siempre hemos leído de bestiarios mitológicos. Aquí no.No conozco de bestiarios nacionales, no literarios al menos, nuestros autores no han sido afectos en su mayoría a la invención que escapa del realismo, pese a que no hay fantasía que deba llamarse irreal en esencia. Digo, en su mayoría, incluyendo a los canónicos, los cortejados por los medios y las grandes editoriales. Hay actualmente una emergencia de lo fantástico, tardía, que quizás no tarde en presentarnos una colección de bestias literarias. Mis bestias son ficticias, como las mitológicas y por lo mismo, algunas de ellas podrían haber animado alguna mitología antigua, cito aquí al Pericodáctilo, provisto de una lengua cónica y flexible que le permitía imitar las peores voces de la fauna jurásica. El hecho de que mis bestias sean ridículas no las descalifica para ingresar en el rango de la mitología, algunas de las griegas compartían esa característica, nada más ridículo, por ejemplo, que el minotauro, mitad hombre con cabeza de toro que solo devoraba vegetarianos, por un prurito de su naturaleza herbívora. Si no las tocaras con el humor solo serían bestias “domésticas”.Las hay domésticas, como el Gato Jazmín, que orina té jazmín, hasta podría incluir al afable Rinoceronte Gallinero, pero consideraría suicida adoptar como mascota al Perro Sulfúrico, cuya orina quema como el ácido que le da su nombre y podría acabar con los árboles de un parque y un sinfín de llantas. ¿Por qué estos animales?Porque son parte de la realidad y yo no soporto la realidad, de modo que decidí ascenderlos al rango de ficticios.El humor, por un lado, las desmonta, hasta el ridículo, pero por otros, las ensalzas.No es que las ensalce, sucede que a veces simplemente me gana su condición poética. Cuando describes a tus bestias, las contextualizas con el entorno real, dato histórico, zoológico. ¿Supuso investigar?En verdad, no investigué gran cosa, me basta un pie real para construir una pierna imaginaria. Leí sobre algunos animales y me puse a inventarles cualidades extraordinarias, no siempre ridículas. En la segunda parte, “Memorias de un Estómago Global”, ¿intentas humorizar hechos históricos?Cada uno de ellos provino de un dato histórico, solo de un dato, salvo aquel que asegura que Jesús nació en el seno de una empanada. Ya decía el gran filósofo germano-huasteco Inmanuel Kantinflas: “Siempre he desconfiado de las empanadas, esconden algo”. ¿El humor es también un camino para inventar la realidad?Es la literatura la que inventa realidades alternas, en cuanto al humor, es también un camino para el ensanchamiento de esas realidades alternativas, una de las cualidades del humor es la de descubrirnos caminos, asociaciones, salidas inesperadas, nuevas, sorprendentes, por ello, enriquece el lenguaje, su poesía y nuestra percepción de lo real como de lo imaginario. Esos caminos, asociaciones, salidas inesperadas pueden ser terribles, dolorosas, crueles, como amables, poéticas, maravillosas. ❧