Nací en Lima hace 32 años. Publiqué mi primera novela, Ella, en 2012, y los libros de cuentos Cromosoma Z y Antifaces, en los años 2007 y 2015. Algunos de mis relatos han sido publicados en antologías peruanas y latinoamericanas, y traducidos al inglés, portugués y al francés. Actualmente sigo un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania. Vine a Lima a presentar mi última novela, Esa muerte existe, en la Feria del Libro de Lima.,Lo que emparenta tus dos novelas (Ella y Esa muerte existe) es que lo disfuncional está en la propia familia. Sí. Lo que quería hacer, en ese sentido, era crear relaciones que fueran muy fuertes. Y, antes de tener pareja o hacer amigos, se empieza por las relaciones dentro de la familia, pero esas relaciones, que deberían ser, no perfectas, pero sí entrañables, están quebradas de alguna manera. ¿Hablas de la familia en general o específicamente de las de tus novelas? En las dos novelas hay como realidades que son difíciles de aceptar, pero que ocurren. Lo que pasa es que están llevadas al punto más extremo, que es el encierro en la novela anterior y, acá, la violencia y la crueldad. ¿Hay algún episodio familiar tuyo que haya detonado esto? Uno tiene influencia de las cosas que se viven, pero no en ese sentido tan extremo. Por ejemplo, las peleas con la madre o la competitividad entre hermanos son algo que siempre está muy presente, pero obviamente lo que está en la novela es ficción. ¿Y por qué te atraen estos temas? Yo, como estoy haciendo un doctorado, investigo mucho y tengo una fijación en tratar de entender de dónde aparece eso que se llama el mal. Es un tema muy vasto y creo que nunca voy a terminar de entender por qué se producen ciertas acciones en las personas. ¿Existe el mal como tal? Es muy difícil de saber. Más que una cuestión metafísica, esencial u ontológica del mal, hay una estructura social que obliga a algunas personas a ir por ese camino. En el caso de la novela, por ejemplo, es por un maltrato constante. Llega un momento en el que explotas y dices: voy a dejar de ser víctima para ser victimario. En el fondo, tal vez no hay más que patologías... Claro, también hay patologías... He leído algunas cosas, por ejemplo, sobre asesinos en serie y cómo se comporta la mente humana en estos casos de disfrute de la violencia, de la crueldad, pero es algo que para mí sigue siendo una gran interrogante. Eso ha hecho que te califiquen de “la escritora del odio”. (Risas) Son cosas que se dicen. Eso del odio, para mí, tenía que ver con que he creado estos personajes que tienen estos sentimientos incrementados hacia otros. Y eso tiene que ver con obsesiones mías de explorar este lado más sórdido de la vida, de la mente humana, del ser humano. También han criticado tus descripciones tan detalladas de lo sórdido. Lo que estoy tratando de hacer es una propuesta, digamos literaria, estética, que está en construcción… Va por hasta qué punto una persona puede comportarse de una manera por llegar a concretar una venganza o una huida que al final fracasa. En ambos libros el desenlace es el fracaso, ¿no? No hay una redención. Yo me pregunto hasta qué punto uno puede, de verdad, intentar decir: bueno, he tenido una vida desastrosa y ahora yo voy a volver a comenzar. Al final, el personaje no puede. Eso va de mano de toda esta corriente de “reconstrúyete tú mismo” Claro, esa es una tendencia muy neoliberal y, al final, estamos dentro de un discurso en el cual estamos llamados a producir, producir, y producir para contribuir a una gran economía, y eso lleva a mucha frustración. Tu propuesta es justo la opuesta: a veces no hay esperanzas. O nunca (risas). Es como que los personajes no llegan a encontrar una redención. Al final de esta novela hay una posibilidad para la protagonista de amar, pero no se llega a concretar, porque es una persona que está sentenciada a muerte. El fracaso de tus personajes se da con tu éxito como escritora. (Risas) Tuve mucha suerte. Si ahora doy el salto a la editorial grande fue porque la novela anterior le gustó a la gente que se dio cuenta de que ahí había una propuesta digamos un poco distinta… En tu primera novela destruyes la imagen materna. En la segunda, la relación entre hermanas. ¿Qué nuevo vínculo vas a destrozar en tu próxima novela? (Risas). En mi siguiente novela, ya no voy a trabajar con la familia. Es una pareja, pero no es una historia de amor. Y no sé si destruir es la palabra, pero por lo menos cuestionar, poner en tela de juicio estas relaciones que supuestamente deberían ser idílicas.