No hacía falta ser muy lince. Bastaba comprobar el historial de cada uno de los cinco candidatos presidenciales invitados por la Contraloría a su evento Anticorrupción —suponiendo, claro, que la gente de la Contraloría General de la República no supiera quiénes son estas personas—, para que los integrantes de esa mesa futura fueran cayendo uno a uno, como los fantoches que son. Tampoco hacía falta ser un crack de las comunicaciones para darse cuenta de que este esperpento iba a degradar seriamente la imagen institucional. Pero ahí están. El dream team de la política carca y/o pesetera. Por si fuera poco, dicen desde la Contraloría que “no podían invitar a todos los candidatos”. Ah, genial, ¿y qué tal invitar solo a los que no están implicados en casos de corrupción, por ejemplo? ¿Qué tal declarar desierta una mesa de debate sobre corrupción en el Perú? Por lo menos el acto tendría cierto valor performático. Pero ¿esto? Poner a Kuczynski a hablar sobre corrupción es por lo menos ingenuo, poner a Acuña o Toledo es vergonzoso, poner a Fujimori o a García es directamente un insulto. Es como poner a un grupo de sicarios a debatir sobre seguridad ciudadana. Porque el único argumento razonable que la Contraloría podría aducir sería que, en efecto, estos sujetos son expertos en corrupción. ¿Se imaginan? Toledo: “Chicos, tengo unos asuntitos que arreglar, cosa de nada, unas propiedades “de mi suegra”, jeje”. Keiko: “Claro, cholo, recuerda que tengo todos los contactos de mi papi en el bolsillo. Además siempre se pueden desaparecer… los documentos ;)”. García: “Tú tranquilo, si hay algún problema ya te indultaremos y de paso a un par de narcos que se me olvidaron. Eso sí, vamos a necesitar plata. ¿Hay plata? Acuña: “¡Como cancha, doctor!” PPK: “Qué bonito es cuando se hacen bien los lobbys”. Al espectáculo penoso de este inicio de campaña —con sus tránsfugas, sus alquileres de conciencia, sus subidas al carro— se le sumará dentro de algunas semanas este otro ridículo institucional. Así estamos.