Entrevista a Edmer Trujillo. Ingeniero sanitario graduado en la UNI. Trabajó para empresas prestadoras de servicios de saneamiento, gestión pública y recursos hídricos. Fue gerente general del Gobierno Regional de Arequipa. Ahora es ministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento.,Ingeniero sanitario con 25 años vinculado a ese sector, Edmer Trujillo nunca imaginó, al asumir el cargo de ministro de Vivienda, que enfrentaría el desafío más grande para un ingeniero: reconstruir un país castigado por inundaciones y huaicos que han dejado colapsados los sistemas de agua, desagüe y saneamiento, y miles de familias sin hogar. En esta entrevista, nos habla del balance de la crisis y de las oportunidades que representa. ¿Cuántas veces, en medio de la crisis, le han increpado: ¡usted no sabe lo que es no tener agua!? No tantas, la verdad. Me lo dijeron en Challhuahuacho, pero, claro, allí no hay infraestructura ni nada. Y hubo un momento en que me rodeó la gente y tuve que hablar con ellos y decirles hasta de dónde vengo yo… PUEDES VER: GfK: Peruanos en regiones piden mayor empleo formal y obras públicas ¿De dónde? De Pomacochas, un pueblo muy pequeño de Amazonas, en la provincia de Bongará, sin agua, ni desagüe ni luz. Y viví allí hasta los 17 años, que terminé la secundaria. Cuando salí ya había luz, pero de un generador, y solo de 6 a 11 de la noche. Y eso fue lo que les dije en Chalhuahuacho: yo soy como tú, vine de un pueblo que no tiene agua, desagüe ni nada. Ahora, como ministro de Vivienda, está en el sector que va a cargar con el mayor peso de la reconstrucción… Es un gran reto. Estamos en un momento en el que hay que atender la situación de este instante, una situación grave, complicada. Y nuestra cartera tiene que ver con el agua. Hay que resolver los problemas de desagüe, hay que sacar el agua que inunda la ciudad, limitar los escombros. Pero eso es lo del momento. Lo que viene es la reconstrucción… O sea que su ministerio puede ya pasar a llamarse de Vivienda y Reconstrucción… (Risas). Alguien me dijo eso hoy. Tienen que hacerse estudios. Si queremos empezar una reconstrucción en serio, pero ya, los proyectos tienen que estar listos en agosto, porque en agosto se cierra el presupuesto y tiene que ir al Congreso. Eso en la infraestructura pública, no de la vivienda, porque esa es infraestructura privada y tiene un mecanismo distinto. Ahí no tenemos inconveniente. Ya hay un monto de 160 millones que nos van a permitir comenzar este año. ¿Ya se puede hacer un balance o aún es una crisis en proceso? Está en proceso. Los sistemas de desagüe, por ejemplo. Sale en las noticias: ¡se destruyó el sistema de alcantarillado! Tampoco es así. Se inundó, rebasó, pero no significa que esté destruido. Por eso, los estudios deberán, primero, determinar cuál es la magnitud del daño y, enseguida, cuál es la opción de solución y los costos que demanda. Incluso en la vivienda misma, hoy estamos hablando de casi 24 mil viviendas entre colapsadas e inhabitables, pero esa es la mirada inicial. Cuando entremos a revisar con detalle, no creo que sean 24 mil, sino algo menos... Entonces, ¿cuándo se va a poder hacer el balance? Depende del clima. No creo que pase de la primera semana de abril. Yo creo que, en el peor de los casos, a finales de abril deberíamos tener ya gran parte de la determinación de magnitud del daño, porque de inmediato hay que comenzar a ver cuál es la solución que se va a implementar y, enseguida, cuáles son los costos. Y, optimistamente hablando, ¿ya se puede vislumbrar cuánto va a demorar superar todo esto? Creo que la reconstrucción debe hacerse en un par de años. El reto es comenzar en enero del 2018 y, con todas las contingencias, terminar el 2020. Dos años o dos años y medio. Claro, si actuamos con responsabilidad y hacemos las cosas con seriedad . O sea que el gobierno se va a pasar gran parte de lo que queda de su gestión reconstruyendo lo que destruyó El Niño… Es cierto. Esa es parte de las responsabilidades que hay que asumir. Pero también es una oportunidad interesante –sobre todo cuando hablamos de Tumbes, Piura, La Libertad, Lambayeque, Áncash, que son las más golpeadas– de mirar la organización de las ciudades, porque hay muchísima desorganización y falta de planificación. ¿Por qué es una oportunidad? Es una oportunidad para corregir y replantear estas ciudades. Eso es importante. Pero sí requiere el compromiso de todos. El ministerio es el ente rector de la vivienda, del urbanismo, de la planificación de las ciudades y del saneamiento, pero en el tema urbano el ejecutor es el municipio. En esta crisis, hubo la sensación, sobre todo en Lima, de que los municipios no dieron la talla. Sí, eso es verdad, los municipios no han dado la talla. El solo hecho de que existan viviendas construidas en zonas de riesgo, y que se sigan construyendo, ya muestra una gran debilidad de los municipios. Pero, seamos claros, acá el ministerio tampoco ha cumplido su rol, porque el rol de un ente rector no es solo emitir normas, dispositivos, lineamientos. No. Su rol es liderar, estar al frente de la planificación urbana. Son 803 distritos involucrados en el problema de las lluvias, pero, de esos, 608, más del 80%, no tienen ningún instrumento de planificación. Forzando la mirada, ¿tiene algo de bueno esta crisis? Precisamente lo bueno es eso: que nos hace abrir los ojos y ver que no podemos seguir en lo mismo, que las ciudades no pueden seguir creciendo de la misma manera y debiéramos coger algunos ejemplos interesantes. No es porque yo haya trabajado ahí, pero Ilo es un ejemplo. Yo llegué allí el 92, recién egresado de la universidad, y allí fue la última invasión que conocí. Después, alcaldes con una muy buena mirada organizaron lo que llamaron los Programas Municipales de Vivienda, que no eran otra cosa que organizar su territorio, planificar el crecimiento de la ciudad, definir las manzanas, las vías, los lotes, y después establecer los mecanismos para asignar o vender los lotes a las personas. Entonces Ilo es una ciudad ordenada, con buenas calles, con buenos espacios públicos, y no vas a ver invasiones. Todo es urgente en la crisis, pero si usted tuviera que elegir lo más urgente, ¿qué sería? En el momento que estamos viviendo, no diría una sola, sino dos: una, garantizar agua a la gente y, dos, saquémosles los desagües de las casas. Se inundaron, los desagües no funcionaron y regresaron a la vivienda. Entonces, ya no es solo la inundación, sino las materias servidas. Durante la crisis del agua en Lima, se escuchó mil veces decir “¿qué hubiera pasado si se hubiera privatizado Sedapal?”. ¿Qué hubiera pasado? Hay mucha gente que dice que las cosas hubieran sido mejores... ¿Y usted qué opina? Yo soy de las personas que cree que no todo lo público es malo ni que todo lo privado es bueno. Yo creo que la participación de ambos es la combinación perfecta y marcaría la diferencia en la prestación de servicios. Lo que ha pasado en Sedapal es un problema muy complicado que tiene que ver con la fuente de agua, que es el río Rímac. Si la calidad de agua que capto de allí no es la adecuada, no se puede hacer nada, sea público o privado quien administre. Lo que sí queda claro es que este es un fenómeno excepcional que se sale de cualquier posibilidad de previsión. Usted ha dicho que se hace politiquería en torno al agua… Y me ratifico. Cuando estamos en Lima no percibimos eso, porque nos abastece Sedapal y Sedapal depende del ministerio y listo, pero en el interior, las entidades encargadas de brindar agua son empresas municipales. Pasaron a los municipios en el 91, 92, durante el gobierno del señor Fujimori, sin haberse dado una etapa previa de preparación. Entonces, los alcaldes convirtieron a las entidades prestadoras en un botín para financiar sus campañas políticas. ¿En qué sentido? La normativa peruana, cuando se produce esa transferencia, tenía deficiencias. Por ejemplo, decía que la junta de accionistas fijaba el precio del agua. ¿Y quién era esa junta? Los alcaldes. Y estos, pensando en su reelección, nunca iban a aprobar ajustes de tarifas que eran necesarias. Porque, claro, el agua es un derecho, pero darte el servicio de agua potable tiene un costo. ¿Y quién lo asume? ¿Quién asume los costos de brindar energía eléctrica o telefonía? El que recibe el servicio, ¿cierto? Lo mismo es el agua. Los usuarios recibimos el servicio y tenemos que pagar ese servicio. ¿El agua en Lima es demasiado barata? Claro que sí, el agua en Lima es demasiado barata. El agua en el Perú está bastante atrasada en precios en comparación solamente con Latinoamérica. Esto no significa: oye, incrementemos las tarifas ahorita. Se trata de que, progresivamente, la calidad de los servicios debe mejorar y, obviamente, tiene que haber una correspondencia del pago por ese servicio. Usted es ingeniero. ¿Qué opina de que el alcalde Castañeda justificara la caída de un puente diciendo que la naturaleza había superado a la ingeniería? (Risas). La verdad no me gustaría opinar sobre ese tema específico, porque, además, han vinculado al presidente en algunas opiniones sobre eso. Lo único que diría es que la ingeniería resuelve todos los problemas, más allá de las dificultades, pero el tema está en cómo las implementamos, en cómo hacemos que las cosas se ejecuten y funcionen. ¿Pero ese puente se cayó o se desplomó? (Risas). Parece que no es copia, es plagio... (risas). En estas crisis se vuelve a hablar del famoso megaministerio de infraestructura. ¿Existe la propuesta? Nosotros, en consejo de ministros, ni siquiera de manera informal lo hemos conversado. Pero, al margen de ello, la opinión personal mía no es favorable… ¿Por qué? ¿Le parece que sería muy elefantiásico? Desde mi punto de vista, sí, sería una cosa enorme, gigantesca, y no necesariamente el encargado de la infraestructura tiene la mirada de la gestión, del funcionamiento de las cosas. Para que la infraestructura sea útil requiere una mirada de la gestión. Por eso, siendo ingeniero, lo que yo critico en el Perú, sobre todo a los políticos, es que prometen obras y más obras. No hay que prometer obras, sino solución a los problemas. Y aun en saneamiento, ese es el gran problema del Perú. En los últimos siete u ocho años, incluyendo ya el 2016, se han invertido casi treinta mil millones de soles en agua y saneamiento... ¿Y no es suficiente? ¡No se han resuelto los problemas! Eso es uno. Dos, hay muchísima infraestructura en el país que no funciona porque no se terminó la obra, o porque se construyó, funcionó un tiempo, se malogró y no hay quien la opere, o simplemente porque se diseñó mal. En el Perú ha habido mucho dinero destinado a inversión en infraestructura que realmente no ha dado resultado. Por ejemplo, el programa Agua para todos, que impulsó el presidente García. Desde mi punto de vista, ese fue el programa responsable del absoluto desorden que existe en el Perú en agua y saneamiento. ¿Por qué razón? Porque se promovió la obra por la obra. Fue “hay que hacer la obra y punto: no me interesa quién la opere o quién la mantiene”. Y ahí están los recursos tirados y que no sirvieron para resolver los problemas de la gente.