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Cultural

Xita Rubert: “La ficción es pensamiento”

Entrevista. Desde la Universidad de Princeton, la joven autora española, Xita Rubert, conversa con nosotros sobre su novela Los días con los Kopp.

Novelista. Con 27 años, Xita Rubert ya se posiciona como una escritora contemporánea importante. Foto: difusión
Novelista. Con 27 años, Xita Rubert ya se posiciona como una escritora contemporánea importante. Foto: difusión

Xita Rubert tiene veintisiete años, estudió Filosofía y Literatura en la Universidad de Warwick y actualmente es investigadora doctoral y docente en la Universidad de Princeton. Contesta la llamada desde ahí. ‘Ahora mismo estoy viendo a lo ciervos’, me dice cuando le pregunto por la universidad. Su primera novela, Mis días con los Kopp (Anagrama, 2022), fue seleccionada entre las mejores obras del año por diversos medios españoles y resultó finalista del Prix du Premier Roman de Chambéry. Además, ha sido traducida en Brasil y en Alemania. El libro relata un viaje que realiza Virginia, la protagonista, junto a su padre, un intelectual, al norte de España para pasar unos días junto a los Kopp, una familia inglesa amiga del padre. Sin embargo, las vacaciones dan un giro cuando aparece un personaje extraño: Bertrand, el hijo de los Kopp. El joven tiene algún tipo de psicopatología que lo posiciona fuera de lo socialmente esperable. No obstante, los padres niegan la condición del muchacho argumentando que es un artista y que sus comportamientos son performáticos. Virginia despierta una serie de pulsiones hacia Bertrand y termina descubriendo cosas de ella misma que hasta entonces ignoraba. Se trata, sin duda, de una novela de aprendizaje con toques ominosos y de una intimidad similar a la que podría presentarnos Virginia Woolf.

Xita viene de una familia de intelectuales. Su padre fue filósofo y su madre es escritora. Al igual que Virginia, la autora acompañaba mucho a su padre hasta el final fe sus días. Por ello, le pregunto cuánto tiene de su vida la historia que muestra en el libro y de dónde salió.

Seguro has entrevistado a otros escritores en muchas ocasiones —responde pausadamente Xita—, y eso nunca se dice. De dónde salen las historias es un secreto. Sobre que hay de biográfico en la historia que uno cuenta, con esta novela, al menos a mí, me ha pasado casi al revés. O sea, por supuesto que puede tener puntos en común con mi vida, pero más bien lo que me ha pasado es que escribí la historia y después me vino gente que se asemejaba a los personajes. De pronto en Argentina hay bastante gente con el apellido Kopp y la leyeron bastante por ahí. Me escribió gente diciéndome como que estaba escribiendo una novela falsa sobre su familia. Cosas un poco locas… Ahora que se tradujo en Alemania, igual, porque Kopp es un apellido centroeuropeo. Con esto quiero decir que no, que para mí no hay tanta conexión biográfica en la novela. La escribí cuando tenía veintidós y veintitrés años y creo que en la novela se hablan de cosas que a mí me sucedieron después. Por ejemplo, se habla de la enfermedad del padre. A mí eso todavía no me había sucedido, pero me sucedió. O sea que, de algún modo, es como si al escribir ficción hay algo que se adelanta a los hechos de tu propia vida Entonces, más que retratar unos hechos que ya han sucedido, hay algo como de, no sé, como de premonición. Y es muy raro todo, muy misterioso. No tengo una explicación clara.

-Bien, ya que empezamos por lo biográfico, ¿cómo sientes escribir teniendo una madre escritora?

-Bueno, es curioso porque yo creo que los padres cuando creces —se dediquen a lo que se dediquen—, antes que nada, para ti, son tus padres, ¿no? Mi padre era profesor y mi madre poeta, pero nunca tuve la sensación de que estuviésemos haciendo lo mismo. Yo escribo desde muy pequeña y recuerdo que solo más adelante, sobre todo con mi madre, porque la leí y dije, ¡guau!, me di cuenta de que se dedicaba a la literatura. Creo que eso tiene que ver con que crecí con padres separados y, bueno, eso a veces crea problemas. Para mí el tema con mis padres era más ese conflicto que otra cosa. Pero, por otro lado, cuando empecé a leer a mi madre fue hermoso. Es una suerte increíble que puedo compartir con ella. No tanto lo que escribo, pero sí lo que me gusta leer. Es una interlocutora para mí. Mi padre también lo era, pero de otro modo.

-¿Y te han servido como fuente de consulta en tus procesos de escritura?

-No, no consulto nada de eso. En ningún momento, lo he hecho. Si mis padres leen lo que escribo, es cuando está publicado o a punto de publicarse.

-El personaje que más despierta mi curiosidad es Bertrand, cuyos padres esconden su condición bajo el disfraz de que es artista. Me interesa este vínculo que suele hacer entre la locura y los artistas, que es casi un cliché, ¿no?

-Bueno, yo siento que cuando escribo no trabajo desde una idea, sino desde los personajes. Y para mí ese personaje fue el inicio de esta novela, que al principio iba a ser un relato, pero el personaje me fue guiando. Es un personaje que a mí misma me intriga. Mucha gente me ha dicho lo que tú: ‘¿quién es este señor? Qué cosa más rara’. Y yo digo, I agree, porque de algún modo siento que era ese personaje el que me dictaba las frases, la trama. Y es verdad que creo que tiendo a ese tipo de personajes un poco —no sé si se dice en Perú— maltrechos, o físicamente, o mentalmente. No necesariamente locos ni extravagantes, pero sí personajes por los que a veces sentimos pena, lástima.

-Igual me parece que el personaje dentro de la novela cumple una función especular, ¿no? Es decir, al final el personaje despierta o revela cierta particularidad de la narradora. Virginia va desarrollando esta pulsión hacia el personaje que finalmente la posiciona como un personaje extravagante también. Si ella fuese una persona común y silvestre, ¿por qué está tan cautivada por este personaje tan raro? Hay un buen juego ahí. El personaje extravagante funciona como un espejo que refleja la locura o extravagancia del personaje aparentemente ‘normal’.

-Sí, o cierta inadaptación. Es curioso esto que dices de los espejos, porque mi editor alemán justo el otro día me decía ‘Xita, es una novela de espejos. Este personaje Bertrand es una especie de espejo del padre de la narradora, pero también es un espejo de la narradora’. Como que hay esas relaciones, yo lo sentía cuando lo escribía, como que se trazan líneas entre todos los personajes, también entre la narradora y la mujer, Sonia.

Me interesan esos personajes y cuando escribo siempre siento desde el personaje y desde la escena, como desde una cosa muy teatral, de los objetos y de las personas de una escena, que van y que entran y que interactúan. Últimamente noto que lo que me interesa, tal vez no es tanto esos personajes locos, llámales como quieras, sino la manera en que el entorno no sabe qué hacer con ellos. Y de ahí viene lo absurdo, ¿no? No es que esos personajes sean absurdos, tal vez es que están enfermos, o tal vez es que son jóvenes, o tal vez es que son muy mayores. Lo que me interesa de algún modo es mostrar que el modo que tiene el entorno un poco más homogéneo de lidiar con esas “rarezas” es lo absurdo.

-¿Hay algo tuyo con lo que crees que no puedas lidiar y que lidias a través de la literatura?

-Esa es una pregunta muy personal, ¿no?

-Yo sé y puedes no responderla, si lo prefieres.

-Seguro que sí, y seguro que muchas cosas. Pero ahora mismo no sabría decirte... Bueno, imagino que... Yo noto que en todo lo que escribo hay como una especie de duelo. No se sabe muy bien por qué. Ahora estoy releyendo otra cosa que estoy escribiendo y hay algo en el tono que digo. ¿Pero por qué hay este tono medio elegíaco, sabes? Como que está saliendo un canto a lo que está muy precario y por morirse casi. No se varía. En los textos a veces es un personaje que se está muriendo, a veces es la propia voz narradora como que se despide. Entonces, si siempre aparece, imagino que lo digo porque es algo que siento, ¿no? Me pasa. Me gusta honrar las cosas mientras existen, porque desaparecen.

-¿Cómo ves en general, o cómo te ubicas o cómo te sientes dentro de la literatura contemporánea en general? ¿Te sientes parte de una literatura española, de una literatura escrita en español? ¿Por dónde crees que te has visto más influenciada?

-Mira, me siento muy parte de la literatura contemporánea. En parte creo que porque desde que se publicó esta novela he tenido la oportunidad, en fin, de conocer a otros escritores y de conversar. Y sobre todo, fíjate, fuera de España. España es mi país, pero también hace muchos años que no vivo ahí del todo. Y mis lecturas, mis “influencias”, a pesar de que respeto un montón a muchos escritores españoles, están probablemente más afín con una literatura que puede estar en cualquier lengua y no tiene por qué ser en español. Siento que en Latinoamérica, y también en Europa y en los países de habla inglesa hay una ambición de que la literatura incluya pensamiento de algún modo.Eso es algo que a mí me gusta. No hablo de que una novela tenga que ser teórica en absoluto, pero que lo que planteé medio que te descoloque y  quee no sea una banalidad.

-¿Hablas de narradores que piensen y reflexionen, como la idea del narrador filósofo, un poco como en Javier Marías, por ejemlo?

-Claro, a mí me gusta mucho Javier Marías. Entonces, sí, pero no necesariamente. A veces se trata solo de las escenas que uno plantea y de las situaciones. La ficción es pensamiento.

-¿Cómo alimentas esa carga teórica o filosófica? ¿De qué bebes ahí? ¿Lees constantemente filosofía?

-Bueno, yo estudié filosofía y eso siempre está ahí, pero no creo que lo que escriba sea muy teórico. La verdad es que no leo nada de teoría. Leo literatura, poesía y ensayo. El ensayo es un género que me gusta mucho, la no ficción, porque puede ser narrativa,  y puede permitírselo todo, igual que la ficción.

-Estoy totalmente de acuerdo. Aunque es gracioso que tú también lo digas teniendo, digamos, cierta posición académica, ¿no? Estás doctorando y entiendo que dictas también en Princeton, ¿no?

-Sí, bueno, ahora estoy aquí, tengo a los ciervos delante, pero, bueno, que esté haciendo un doctorado no significa que tenga una postura académica.

-¿Te interesa tenerla?

-La Academia no. Me interesa mucho la docencia, dar clases. Me gusta mucho estar con los chicos, ¿sabes? Me gusta hablar sobre literatura. Me gusta, de pronto, alguien que no ha leído un libro en su vida y lo hace por mi clase. Estaba dando una clase sobre Clarice Lispector el semestre pasado, a chicos que no han leído mucho y que, por supuesto, nunca han leído a Clarice Lispector. Quedaron fascinados, y lo están leyendo todo. Es decir, sí que me interesa abrir mundos a la gente y poder abrir belleza.

-Pero la postura más académica rígida como producción de papers y eso, ¿no?

-Bueno, es un modo de vida. That's the point. Para ser escritora hay que ganarse la vida de algún modo.

-Y en las clases, ¿qué tipo de literatura enseñas?

-Pues enseño la literatura que me gusta. Siempre intento salirme con la mía. Bueno, di un curso sobre literatura y medicina, que era mucha literatura rusa y literatura centro-europea. Pero de pronto leíamos también a Oliver Sacks y lo que cuenta un poco en los relatos sobre sus pacientes.

-Parece que es un tema que está volviendo a ser de interés: la literatura y la medicina. Lo hablé con Guillermo Arriaga, que tiene esta novela que se llama Extrañas, y con Lina Meruane.

-A mí me interesa porque he tenido cercanía con todas esas cuestiones de hospitales y de situaciones complejas de salud. Pero es cierto que es interesante poner a la literatura a conversar con otras disciplinas así sea la medicina, la psicología, la filosofía… Eso es lo que intento hacer en mis clases.

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-¿Tú crees que sirve para algo la literatura?

-O sea, es obvio que sirve para reformular o más bien adivinar ciertas cosas. Creo que la mayoría nos equivocamos al intentar prever o adivinar. Pero eso, o sea, la adivinación, lo que te imaginas que va a pasar tanto en tu vida personal como en la vida social, es un acto imaginativo. Y seguro que la mayoría nos equivocamos con las especulaciones, pero de pronto surgen escritores que nos han contado lo que iba a pasar. Y eso es muy loco, ¿no te parece? Hay autores que han presentado un cuento, una escena, y de pronto, cien años después, esas cosas suceden. Ahora acabo de leer, no sé si has leído a Michel Nieva..

-Sí, sí, lo leí. Estuve con él aquí en Lima. Leí La infancia del mundo.

-Claro. Creo que hay algo de eso, ¿no? Como que una cosa que parece ciencia ficción, veamos si lo es, ¿no?

-Sí.

Periodista cultural. Egresado de la Facultad de Humanidades con mención en Estudios Latinoamericanos en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En 2022, publicó el libro de cuentos Impresiones y, actualmente, alista su primera novela. Es aficionado al Birdwatching y miembro del inexistente grupo literario Etc.