Con Lula preso y fuera de campaña a partir de argumentos legales que medio país considera febles, las próximas elecciones se anuncian como una ceremonia de radical debilitamiento de la democracia brasileña (“Empujada al abismo”, dice el diario caviar The New York Times).,Si bien Lula entra a prisión, su candidatura en octubre próximo aun no puede ser descartada de plano. Todavía hay un laberinto judicial que recorrer, y una tenue posibilidad de que el líder del PT encuentre una salida, en medio de lo que ya se está definiendo como una conspiración. Pero desde enero hay encuestas sobre el panorama electoral en caso de que Lula no puede participar. La perspectiva natural del PT sería buscar un nuevo candidato a la medida de la amplia votación del partido, como sucedió con Dilma Rousseff en el 2010. Pero eso fue antes de los escándalos que llevaron a su vacancia. Hoy las encuestas dicen que la decisiva votación de Lula es poco endosable, aunque ello siempre dependerá en parte de las características del suplente. En verdad aún no hay un N°2 a la vista. Con Lula preso y fuera de campaña a partir de argumentos legales que medio país considera febles, las próximas elecciones se anuncian como una ceremonia de radical debilitamiento de la democracia brasileña (“Empujada al abismo”, dice el diario caviar The New York Times). Por lo pronto la justicia del impedimento será el foco de toda la competencia, llevándola por un sendero de ilegitimidad que necesariamente afectará al ganador. El analista Paulo Singer, de Folha de Sao Paulo, ve una posibilidad en la construcción de un polo capaz de aglutinar el voto popular y de recuperar buena parte de la intención de voto de Lula. Mientras tanto los sustitutos de Lula voceados son Fernando Haddad, ex alcalde de Sao Paulo, o Jaques Warner, ex gobernador de Bahía. Los analistas coinciden en que si una candidatura PT no llega a dar fuego, entonces se abriría un panorama de dispersión del voto, que favorecería a un candidato de centro capaz de correrse un poco hacia la izquierda. Aunque se estima que obtendría los votos, pero no la legitimidad. Geraldo Alckmin vuelve a ser voceado para esta tarea. La cuestión básica es que el asunto de una poco convincente condena a Lula no se va a resolver, y mucho menos silenciar, simplemente pasando a las elecciones. El ganador será visto como el beneficiario de una polémica maniobra judicial, y el PT de Lula tendrá una atractiva causa que agitar a lo largo del periodo de gobierno.