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Insectos: alimentos del futuro

La FAO lo ha advertido: dentro de unos años, cuando la sobrepoblación, la escasez de agua y la pérdida de tierras nos pongan al borde de una crisis global, recurriremos a ellos. En el Perú –donde se come insectos desde tiempo inmemoriales–, una empresa ya comenzó a industrializarlos. La mejor universidad del mundo acaba de premiar su creatividad y audacia.

Los citadinos, por lo general, los detestamos. Los vemos como bichos feos que causan picazones y transmiten enfermedades. No ayuda a su mala imagen que algunos de ellos se arrastren por el piso o merodeen los residuos. Pero todo eso es un enorme prejuicio. Porque los insectos hacen muchísimo más beneficio que daño a nuestra existencia (no tendríamos cultivos sin las abejas, por ejemplo).

Y porque en determinado momento de nuestra historia, serán un elemento clave en nuestra seguridad alimentaria.

El día está señalado.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que en el año 2050 seremos 9 mil millones de seres humanos viviendo sobre este planeta.

Nueve mil millones a los que habrá que alimentar, así como a los animales que críen como mascotas o para comérselos.

Habrá que producir más comida. Sin embargo, debido a la deforestación y la degradación de tierras, para entonces habrá menos campos de cultivo. Los océanos habrán sido sobreexplotados. Y el cambio climático habrá afectado todo, incluyendo la disponibilidad de agua.

La humanidad, quizás al borde de una crisis alimentaria global, tendrá que dirigir su mirada hacia ellos. Los insectos.

EL CODICIADO SURI

El mercado de Bellavista-Nanay, en la ciudad de Iquitos, es un festival permanente de sabores en las orillas del río Amazonas. Los turistas suelen llegar atraídos por los platillos exóticos que allí se venden. Y el más exótico de todos es el suri. La larva del gorgojo de la palma, gorda, jugosa, considerada un manjar por muchas comunidades amazónicas.

El biólogo César Delgado, del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), dice que en nuestro país se comen más de 170 especies de insectos. Y que el más popular de todos es el suri. No solo por su sabor, sino porque, de acuerdo a las investigaciones de Delgado, tiene propiedades para tratar los síntomas de una decena de enfermedades y dolencias.

–En general, casi todos los insectos tienen altos niveles de proteínas– dice. –El suri tiene entre 21 y 22% de proteínas, con lo que no tiene nada que envidiar a la carne de pollo. Y, además, tiene otros compuestos nutricionales, como ácidos grasos y vitaminas A, D y E.

Delgado dice que las comunidades indígenas de Loreto usan el suri para tratar, sobre todo, dolencias respiratorias. Algunos pueblos, como los cocama, lo ingieren directamente, pero otros, como los tikuna, extraen su aceite y lo beben en cucharitas y se lo frotan en el pecho a los niños enfermos.

El suri se come en Loreto, Amazonas, San Martín y parte de Huánuco desde tiempos sin memoria. Sin embargo, según el investigador del IIAP, en los últimos años su consumo ha ido aumentando. Dice que hace 10 años podías adquirir cuatro larvas por un sol, pero que ahora el precio se ha quintuplicado.

En San Martín, específicamente en Moyobamba, el suri no es el insecto más popular. Lo es la sikisapa, llamada también “hormiga culona”. Desde hace cinco años, el distrito de Yantaló celebra en octubre el Festival de la Hormiga Sikisapa, en el que el plato central es un desfile de potajes regionales que incorporan en sus ingredientes a este curioso himenóptero.

César Delgado dice que la apuesta por insectos comestibles como el suri o la sikisapa no debe ser solo un asunto de sabores o de nutrición. También es un tema de sostenibilidad. De no seguir dañando el medioambiente con las industrias alimentarias tradicionales, como la ganadera.

Ese fue el mismo razonamiento que, hace tres años, llevó a un joven ingeniero de la Universidad La Molina a incursionar en el negocio de los alimentos hechos con insectos.

NUTRITIVAS LARVAS

–Hay que ver la sostenibilidad de la carne de res. Para producir un kilo de res se necesita de 15 a 22 mil litros de agua. Demasiada agua para un futuro en el que va a escasear y la poca que haya va a ser priorizada para el consumo humano, no para animales.

Quien habla es el ingeniero agrónomo Eduardo Lama, fundador de la empresa Ento Piruw y creador de una barra energética hecha con larvas, bautizada con el nombre de Demolitor.

Lama revisó el informe publicado por la FAO en 2013, en el que advertía este escenario sombrío sobre la alimentación planetaria y proponía reevaluar lo que comemos e incorporar a los insectos a nuestra dieta.

El documento citaba a las especies más consumidas en el mundo y con mayor valor nutritivo: escarabajos, orugas y saltamontes. Lama decidió trabajar con la larva del gusano de la harina, Tenebrio Molitor, común en los almacenes de granos y con gran contenido proteico.

Hoy, la barra energética Demolitor se vende en algunas de las principales cadenas de gimnasios de Lima y, a través de distribuidores, en ciudades como Trujillo, Cusco y Arequipa.

Hace unos días, el Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT), considerado hoy la mejor universidad del mundo, distinguió a Lama con el título de “MIT innovator under 35”, un reconocimiento que han recibido en el pasado gente como Larry Page, cofundador de Google; y Jack Dorsey, cofundador de Twitter.

Lama y su socio, Renzo Cateriano, dicen que, a pesar de que en varios países de Latinoamérica, como México, es tradicional comer insectos, nadie ha lanzado un producto como el suyo en toda la región.

Sí los hay en países desarrollados como Estados Unidos, Alemania y Francia. De hecho, este último es uno de los líderes mundiales en la industria de los insectos comestibles.

UNA INDUSTRIA QUE CRECE

En la ciudad francesa de Dijon se encuentra la sede de Ynsect, uno de los mayores centros de producción de insectos en el mundo. También trabajan con el Tenebrio Molitor, pero no producen alimentos para humanos, sino pienso para peces y animales domésticos.

El otro líder global es los Países Bajos, donde el año pasado había 25 granjas con criaderos de insectos, incluyendo la de Protix, considerada la más grande y moderna del planeta.

El informe Edible Insects Market, de la consultora Meticulous Research, calcula que el mercado mundial de insectos comestibles bordeará los 8 mil millones de dólares en 2030.

Es probable que, para entonces, estos bichos tan poco populares hayan empezado a visitar, en calidad de ingredientes, las cocinas occidentales, que hoy son las que más se resisten a paladear sus sabores.

Mientras que en los países donde ya se consumen tradicionalmente, en Asia y África, es de esperar que se hayan convertido en parte de la solución a la desnutrición y la hambruna.

En Perú, con esa despensa colosal de insectos que es la Amazonía, no es descabellado pensar que el suri, la sikisapa y otras especies serán manjares frecuentes en las mesas de nuestras ciudades. Solo hay que vencer el prejuicio. Y atreverse a hincarles el diente.

Reportero. Comunicador social por la UNMSM. Especializado en conservación, cambio climático y desarrollo sostenible. Antes en IDL Reporteros y Perú.21. Premio Periodismo Sustentable 2016. Premio Especial Cáritas del Perú. Finalista del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2011.