Las mujeres shipibas-conibas de Cantagallo (Lima) encontraron en el arte una manera de reforzar su rol en la estructura comunal, convirtiéndose en el sostén económico de sus familias., Luis Pérez / Revista Rumbos De la Lima, su comunidad nativa. Sí, tal y como lo han leído. Y es que la capital de la República tiene su propia comunidad shipibo-conibo. Su nombre: Cantagallo. Un asentamiento cercano a la ribera del río Rímac, integrado por decenas de familias que le dijeron hasta pronto a las frondosas montañas del Bajo Ucayali. PUEDES VER: Yine-Yami, la lucha por integrar el arte de las comunidades amazónicas Una de las estrechas callecitas de Cantagallo, en medio del arte amazónico. Foto: Ángel Chávez El origen En 2001, luego de ser invitados por Alejandro Toledo a apoyar la Marcha de los Cuatro Suyos, los shipibos-conibos se quedaron en Lima, sin posibilidades de retornar a la selva que los vio nacer; entonces, la ex primera dama, Eliane Karp, les consiguió un lugar para que ellos creen una especie de feria artesanal. Un cambio drástico en el que tuvieron que organizarse para poder sobrevivir. Así nació la Asociación de Artesanos Shipibos Residentes en Lima (Ashirel), con el objetivo de obtener la posesión definitiva del terreno e impulsar el arte amazónico, como una actividad que les permitiera obtener ingresos en una metrópoli poco o nada inclusiva. Mujeres arriba Y se levantaron las primeras casas de madera, las cuales carecían de servicios básicos. Poco a poco, el número de viviendas fue aumentando por la migración de más familias de las comunidades de Paoyhan y Puerto Bethen (Coronel Portillo, Ucayali). Eso originaría que las necesidades económicas se incrementaran. La gran fuente de ingreso siguió siendo la venta de artesanías. Atrás quedó el hombre cazador, agricultor, pescador y otras actividades consideradas fértiles, para dar la bienvenida a la mujer trabajadora que, según la jerarquía de géneros en sus comunidades de origen, era vista como una simple ayudante del esposo. Su posesión de poder fue inmediata en el hogar. La mujer tomó la batuta. Una de ellas es Emilia Teco quien cuenta que ya no necesitó de un esposo para salir adelante y hacer que sus hijos se eduquen. Relación mujer-naturaleza, naturaleza-mujer. Foto: Ángel Chávez “Antes dependía de él porque yo solo iba a chacra a recolectar frutas o estaba en mi casa hilando o haciendo algún tejido o bordado. Así me la pasaba todos los días. Aquí la cosa es distinta. Con mis artesanías he podido sobrevivir en Lima, aunque no es fácil salir a las calles a ofrecer los productos”. Olinda Silvano también puede dar fe de esta situación. Ella, heredera de los saberes de su tatarabuelo, Miguel Ramírez, reveló que muchas veces fue blanco de burlas y discriminación por su forma de hablar y vestir. “Oye charapa, ven pues”, “dicen que ustedes son fogosas”, eran las desatinadas frases que le lanzaron en varias ocasiones. “Un día no me aguanté y le dije a uno de esos hombres, a ver dímelo en mi cara. ¿Crees que me dijo algo? Lo único que hice fue darle una bofetada por faltozo. La gente me miraba y algunos decían, es de armas tomar”, dice Olinda, entre risas. “Los shipibos o cualquier hijo de la selva no somos objetos, también somos ciudadanos”, sentencia. Ambas, al igual que muchas mujeres de Cantagallo y el rosario de comunidades nativas a lo largo de la Amazonia, comparten una problemática que las acecha todos los días. “El Estado no nos brinda seguridad. Sería estupendo que nos digan vengan aquí, este lugar será para que ustedes vendan sus trabajos todos los días sin tener que estar de ambulantes o esperar alguna feria”, dice una de ellas. Mientras tanto, están en pie de lucha para que su voz se escuche en la gran urbe, donde la autoridad edil poco o nada hace por la comunidad que exige la continuidad del proyecto de construcción del conjunto habitacional shipibo-conibo. Diseños geométricos de los bordados shipibos. Foto: Ángel Chávez Los datos En la gestión de Susana Villarán se iniciaron las gestiones de reubicación de los shipiblos-conibos de Cantagallo, en un complejo habitacional en San Juan de Lurigancho. Pero la gestión actual de de Luis Castañeda decidió paralizar el proyecto. Ayudemos. Desde hace unas semanas la artesana Olinda Silvano sufre dolores en la cadera y piernas. Es así que para poder cubrir los gastos de las evaluaciones médicas, hoy y mañana su hogar se convertirá en una expo feria, donde se aprenderán las técnicas ancestrales y se podrán comprar sus productos a bajos costos.