Su amigo max brod las llevó a palestina en 1939 y se cree que guardan inéditos. Hay quienes se oponen en develarlas, pero orden judicial ha señalado como último plazo el 4 de febrero. Jerusalén. EFE. El legado del escritor checo Franz Kafka que trajo a Palestina su íntimo amigo Max Brod, podría ver la luz la próxima semana en virtud de una orden judicial que obliga a abrir las cinco cajas fuertes en Tel Aviv donde se cree oculto. Tras meses de embrollos judiciales, audiencias, nombramientos y apelaciones, el Tribunal Familiar de Distrito de Tel Aviv, donde se dirime el proceso, ha puesto como tope el próximo 4 de febrero para abrir las cajas fuertes, explicó ayer a EFE Meir Heller, abogado de la Biblioteca Nacional, que pugna por los documentos. En principio todo está listo para que se cumpla el plazo porque Ruth y Eva Hoffe, que recibieron los documentos de su madre Esther (secretaria y compañera de Brod fallecida), ya han entregado las llaves de las mismas a un albacea nombrado por la corte, agregó el abogado. Las hermanas son las únicas conocedoras (junto con unos albaceas) del tesoro literario que esconden las cinco cajas fuertes en Tel Aviv, más una descubierta el año pasado en Zúrich, sobre cuyo contenido especulan desde hace meses los expertos, con la esperanza de que se trate de obras inéditas de Kafka de incalculable valor. Las ancianas hermanas Hoffe se oponen a la apertura de las cajas con el argumento de que podría violar su derecho a la privacidad y “reducir considerablemente” el precio de venta de los manuscritos, según su abogado, Oded Hacohen. También el Archivo de Literatura Alemana de Marbach, donde reposa el original de El proceso, rechaza la apertura de las cajas por miedo a que los manuscritos resulten dañados. Textos salvados Los disputados textos, notas, dibujos y cartas llegaron a la entonces Palestina bajo protectorado británico en 1939 de mano de Brod (judío, como Kafka), que huía de Praga ante la llegada de los nazis. Como es bien sabido, Brod incumplió la petición del autor de El proceso y La metamorfosis de que quemase sus manuscritos. Por su parte, Brod falleció en 1968, tras donar a la U. de Oxford los manuscritos de América y El castillo y dejar en su testamento la gestión del resto de preciados papeles a Esther Hoffe, pero con la condición de que los entregara a “la Biblioteca Nacional de Jerusalén, la Biblioteca Municipal de Tel Aviv u otro archivo público en Israel o el extranjero”.