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Sociedad

El mural que busca perennizar a Inti y Bryan en el corazón del pueblo

Comunicadores de la calle. En una pared de 30 metros de largo, el Movimiento Grafiti Peruano expresa su pedido de justicia por la muerte de los jóvenes durante las protestas del 14N.

-¿Qué te parece si le metemos unas alas? Porque ya son ángeles que nos cuidan desde arriba.

Durante tres días, Héctor Rivera, mejor conocido como Mono Wild, y otros 30 jóvenes, que ahora integran el Movimiento Grafiti Peruano, se reunieron en la cuadra uno de la avenida Grau, en el Cercado, para inmortalizar a Inti Sotelo y Bryan Pintado, los jóvenes que perdieron la vida en una de las marchas contra el gobierno ilegítimo de Manuel Merino. El grupo utilizó una pared de 30 metros para darle color a la oscuridad y la tristeza.

“Y que las alas sean abiertas, lo que te dice que nos protegen de todo”, recuerda Mono Wild, sobre las conversaciones con sus amigos mientras pintaban el mural. “También hay una bandera con unas velas abajo que es una forma de plegaria y con los agujeros por los perdigones. Aunque, al final, cada uno sacará su propia lectura”. Así es el arte.

Solo unos días antes de realizar el mural para Inti y Bryan, el Movimiento Grafiti Peruano realizó su primera expresión artística frente al Estadio Nacional. Con sus esprays escribieron la palabra “Insurgencia” que manifestaba lo que su grupo sentía tras la vacancia del entonces presidente Martín Vizcarra en plena pandemia del nuevo coronavirus.

Y la noche del 14 de noviembre, el día de la muerte de Inti y Bryan, el grupo de artistas supo que tampoco podía quedarse callado. “Ya habíamos visto una pared en la Vía Expresa. Salió el dueño y en un principio dijo que no, luego aceptó pero pidió que si la Policía venía, nosotros nos la teníamos que arreglar. Es un problema con el grafiti, nos ven como vagos”, dice Mono Wild, que se dedica al grafiti desde hace casi 20 años.

Comenzaron a pintar. Los nombres de Inti y Bryan fueron escritos primero. Pero llegó la Policía. “Le tocó la puerta al señor, dijimos ‘ya nos van a botar’. El dueño de la casa miró nuestro avance y dijo: ‘Sí, yo les he dado permiso’. Eso nos animó”.

“No se debe confundir con vandalismo. El grafiti es una expresión en la sociedad”, agrega Ana Balcázar, muralista desde hace cinco años y también integrante del Movimiento. Ella fue quien logró el permiso de la Municipalidad de Lima y ayudó a gestionar la creación del mural. Pero, sobre todo, fue testigo de un importante cambio: “Lo más increíble, y que casi nunca ha pasado antes, es que cada persona dejó de lado todo para que el muro resalte. Entonces, si alguien pintaba la mano, venía otro y le aumentaba más detalles. Y todos hemos pintado encima de todos. Generalmente esto no ocurre porque cada artista trabaja su marca personal, pero aquí hemos generado una obra mixta”.

El mural no solo logró la unión entre grafiteros y muralistas, sino también el reconocimiento de la sociedad. “Muchas veces pintamos en las calles y no nos dan ni agua. Pero con este mural, la gente empezó a darnos gaseosas o unas monedas, un sol, dos soles, todo sumó porque lo usamos para alquilar andamios, comprar más latas de pintura”, agrega Mono Wild, quien asegura no creer lo que les estaba sucediendo.

“Inti, hermano, tú nos estás ayudando, ¿no?”. Y reíamos.

‘Pintar así está satanizado’

La noche del jueves 19 de noviembre, la mamá y la tía de Inti Sotelo acudieron a conocer el mural. El rostro del joven de 24 años aparece allí con una ligera sonrisa. Lleva una gorra y unas alas. En su mano derecha sostiene un espray, porque amaba el grafiti. Esto último, sin embargo, su madre no lo sabía. “Inti ya había realizado algunos trabajos en la calle bajo la firma de Intiñan. Nosotros no lo conocimos. El mundo del grafiti no es muy unido, pero con lo ocurrido, todo ha cambiado”, afirma Mono Wild.

“Lo vi practicando grafiti, aunque a escondidas de mi mamá. Le hizo dibujos a su bicicleta”, recuerda Pacha Sotelo, quien aún habla de su hermano en tiempo presente. “Él es patriota a morir”, agrega.

A la izquierda de Inti, aparece Jack Bryan, con una mirada seria. Muy seguro, justo. ”Él tenia ese espíritu de justicia, sus amigos me han dicho que le decían ‘el justiciero’, y es que a él no le gustaba el abuso, defendía a las personas, por eso estudió Derecho, por eso eligió ir a la marcha”, cuenta Óscar Pintado, su padre, quien espera pronto conocer la pintura que rinde homenaje a su hijo.

Para Mono Wild, el mural busca que la gente siempre tenga presente a Inti y Bryan. Y también demostrar que con un espray se puede hacer arte, porque “pintar con espray está satanizado”.

-”Y si lo borran, nosotros pintaremos otro”.

Piden apoyo

Un arte. “Queremos pintar murales que comuniquen”, dice Mono Wild, quien espera que el grafiti sea valorado en Perú, pues este arte ha logrado ayudar a jóvenes con problemas.

Ejemplo. Mono Wild recuerda que hace unos años en Colombia asesinaron a un artista del grafiti, y a raíz de ello se dieron leyes para reconocer la profesión.