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Sociedad

Los profesores de alegría

“En el Perú, la salud es una asignatura en la cual el Estado reprueba desde siempre. Es el último círculo del infierno dantesco”.

Los profesores de alegría
Los profesores de alegría

Regularmente leo en las redes sociales testimonios de personas aquejadas por la depresión. Algunas para narrar su sufrimiento, otras para dar cuenta de su mejoría. Pero las que me interesa destacar son las de quienes nos recuerdan que la depresión no es un asunto de superación individual ni fuerza de voluntad o actitud positiva. Entre los muchos aspectos de la vida que permanecían en la penumbra y hoy han salido a la luz gracias a dichas redes, este tiene una particular importancia. Es un llamado de atención para quienes trabajamos en salud mental.

En efecto, un extendido mito propala las falacias arriba citadas. La depresión no se supera, se trata. Es una lucha, sí, pero la cual requiere ayuda profesional. Por lo general la indicación, sobre todo en los casos moderados o graves, es la combinación de medicación y psicoterapia. El escritor Emmanuel Carrère, en su libro Otras vidas que la mía, lo dice de manera contundente: “Es porque creo eso que me siento tan afectado por las personas que te dicen que uno es libre, que la felicidad se decide, que es una elección moral. Los profesores de alegría, para quienes la tristeza es una falta de gusto, la depresión una marca de pereza, la melancolía un pecado”.

Tan injusto y falso resulta exigir a los deprimidos que se “superen”, como culpar a los pobres de su pobreza y decirles que solo tienen que ponerse a trabajar para salir adelante. Esta analogía no implica que la pobreza sea una enfermedad. Pero si es una condición de la cual es terriblemente difícil escapar en una sociedad sin igualdad de oportunidades.

En el Perú, como bien sabemos, la salud es una asignatura en la cual el Estado reprueba desde siempre. En esa materia, la salud mental es el último círculo del infierno dantesco. Para quienes tienen la “suerte” de poder ser atendidos por un psiquiatra competente, los antidepresivos son carísimos. Por ahora hay genéricos a precios módicos, pero eso, como vemos, puede cambiar en cualquier momento si los lobbies logran su cometido. En el Congreso anterior estuvieron a punto de conseguirlo.

Lucrar con la miseria material y física de los más desprotegidos debe ser uno de los actos más abyectos imaginables. Son ellos quienes deberían estar en el círculo infernal arriba citado. Es el Estado el que debería superar su inercia e insensibilidad.

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