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Sociedad

Joker

“Si hay un personaje que no deja de padecer agresividad, odio y humillación, sin respiro, es Arthur Fleck (Joaquin Phoenix). Y lo sufre de forma sistemática, durante toda su vida”.

PEDRO SALINAS
PEDRO SALINAS

No sé ustedes, pero creo que está claro que lo del Joker, o el Guasón, es pura mala prensa. Y doble moral a pastos, si me apuran. Porque estamos hablando de un peliculón. “Obra maestra”, la ha llamado el cineasta Michael Moore, y yo, sin ser crítico de cine, me aventuro a darle toda la razón. Merece, por lo menos, cuatro Oscar. Mejor actor. Mejor director. Mejor guion. Mejor banda sonora. Y a ver si nos entendemos. La película no ensalza la brutalidad ni incita al crimen, como he escuchado por ahí.

Hace pocos días nomás, antes del estreno, gracias a una invitación de Jorge Mateo, de la Biblioteca Nacional del Perú, participé en un conversatorio junto al escritor y periodista Kike Planas y a Chiqui Vilca, un friki bastante ilustrado, en torno al personaje. Al final, alguien del público preguntó si no temíamos que se produzca una suerte de masacre como la que ocurrió en el 2012, durante la proyección de El caballero oscuro, la leyenda renace, cuando un psicópata mató a doce personas. Los tres tertulianos coincidimos claramente en que una cosa no tiene que ver con la otra. Narrar una historia violenta no es lo mismo que justificar la barbarie. Y nadie se va a volver sociópata por ver la obra de Todd Phillips.

Si alguien decide ponerse una máscara de payaso y meterle plomo a ciudadanos norteamericanos, eso ocurrirá no por culpa de la historia sino porque ese alguien ya era un asesino antes de la exhibición del Joker y porque el acceso a las armas en los Estados Unidos es tan fácil como ir a la farmacia por una aspirina. O como dijo Juan Sanguino, en las páginas de El País, “Joker no va a causar ninguna violencia que no estuviera ya ahí”.

Dicho esto, si hay un personaje que no deja de padecer agresividad, odio y humillación, sin respiro, es Arthur Fleck (Joaquin Phoenix). Y lo sufre de forma sistemática, durante toda su vida. Al punto que uno llega a empatizar con él. ¿Eso vuelve al espectador en un sanguinario? No. Pero, yo mismo, sin ir más lejos, quedé revuelto por dentro al terminar la función. Porque Joker no es una peli ligera. Perturba. Incomoda. Desasosiega. Como hacen las películas con cojones.

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.