A 100 años de la partida del autor de ‘Caballero Carmelo’, es menester hacer un paneo por las teorías que buscan explicar la muerte de Abraham Valdelomar.,La literatura está de luto nuevamente. Era las 2:30 p.m. del 3 de noviembre de 1919 cuando el poeta y ensayista nacional Abraham Valdelomar, entonces de 31 años, partió a la otra vida. El autor de ‘Caballero Carmelo’ murió en Ayacucho, pues hasta allí había llegado tras ser elegido diputado por Ica –su tierra natal- para el Congreso Regional del Centro. Hasta esa ciudad Abraham Valdelomar llegó luego de un extenuante viaje de varias horas. Y es su muerte la que da pie a varias teorías que hasta el día de hoy no han sido comprobadas, pero han calado en muchos de los amantes de la rimbombante pluma del autor iqueño. PUEDES VER requipa: Exigen que empresas del SIT bajen tarifas para ingresar La versión oficial de ese entonces rezaba que cuando Abraham Valdelomar se disponía a bajar por una empinada escalera de piedra, resbaló y cayó de espaldas desde una altura de seis metros sobre un cúmulo de piedras. Es por ello que sufrió una fractura en la espina dorsal, próxima a las vértebras lumbares. Según el historiador Luis Alberto Sánchez, el vate bajó rápido de las escaleras para aplicarse una inyección de morfina. Pasadas algunas horas, Abraham Valdelomar fue hallado quejumbroso y con insoportables dolores en la espalda. “Me estoy muriendo”, pronunció. Y casi sin aliento sentenció: “Dios mío, ¿por qué me llevas tan pronto?, si todavía no he terminado mi trabajo”. Y luego de dos días falleció. Es allí cuando nace la otra versión que azoró a la familia de Abraham Valdelomar y a sus huestes. Esta aseguraba que el escritor había muerto luego de caer en un profundo silo u hoyo de excrementos humanos. La teoría caló tanto en muchas personas que hasta el escritor Alberto Hidalgo la secundó, pues lo afirmó en su texto ‘Muertos, Heridos y Contusos’ (editorial América de Madrid, 1920). El ataúd que llevaba el cadáver de Abraham Valdelomar fue trasladado desde Ayacucho hasta Huancayo en los hombros de 16 cargadores indígenas ayacuchanos. No faltó el adiós de ilustres personalidades, familiares, amigos y discípulos del diestro vate.