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Política

Historiadora Carmen Mc Evoy: “(Pedro Castillo) repite lo que hicieron quienes él consideraba enemigos”

Carmen Mc Evoy este año publicó dos libros: “Homo políticus, Manuel Pardo, la cultura política peruana y sus dilemas (1871-1878)” y “Patrias Andinas, Patrias Citadinas”. Ambos libros echan luces sobre nuestro fracaso como república. Homo politicus da cuenta del arribo del primer civil a la presidencia tras una sucesión de crisis y asesinatos. Aquí un resumen de la charla sostenida con la historiadora tras su participación en el Hay Festival de Arequipa.

La historiadora Carmen Mc Evoy participó en varias mesas del Hay Festival. No solo habló de la república, sino también de los 100 años de Yma Sumac. Foto: Hay Festival
La historiadora Carmen Mc Evoy participó en varias mesas del Hay Festival. No solo habló de la república, sino también de los 100 años de Yma Sumac. Foto: Hay Festival

Antes del arribo del primer civilista Manuel Pardo, la república fue dominada por los militares.

− Los militares tuvieron presencia en la construcción del estado peruano. Ellos son ciudadanos beneméritos de la república porque pelearon en Ayacucho (1824). Es probablemente la única corporación que sobrevive al derrumbe del sistema. Tras una sucesión de disputas, triunfa la facción de Ramón Castilla. Se encuentra el guano, entonces se crea este modelo prebendario, que yo llamo patrimonialista prebendario en 1844, y ocho años después, ese modelo entra en crisis. Los que están disputando el poder son los civiles que representan a diferentes grupos económicos: laneros, azucareros, artesanos y sectores liberales que fracasaron en su intento de desplazar a los militares.

¿Ese momento histórico de su libro tiene una conexión histórica con el momento actual? El Estado sigue siendo visto como un botín.

− El modelo patrimonial nunca se desmanteló. Pasó por mutaciones, pero la lógica es que cada cierto tiempo, entran facciones, bandas, algunas delincuenciales, organizadas para sacar la mayor ventaja posible del Estado que sobrevive a estas perforaciones. En la historia reciente, hubo presidentes detenidos, denunciados, suicidados. Es una tendencia, que nace en los primeros años de la república. Como lo vemos con Gustavo Montoya en nuestro último libro, Lima es un cruce de caminos donde llegan grancolombianos, chilenos, rioplatenses. Todos con el objetivo de que el Estado peruano les pague por los servicios prestados (en la independencia). Es un modelo tan poderoso que todavía sigue conmoviendo.

No parece que estuviéramos hablando de una clase política sino de gente lumpen.

− Es un modelo instalado. Incluso, los que pretenden cambiarlo, desmantelarlo son atrapados por esa lógica. Hay nuevos actores, pero la escenografía, coreografía, libreto, permanecen y cada vez más lumpenesco, cada vez más obvio.

Esta falla estructural también es abordada en este otro libro Patrias andinas, patrias citadinas.

− Es un libro en coautoría con Gustavo Montoya, renombrado historiador sanmarquino. Conversamos en la pandemia en la búsqueda del ADN de la política peruana. y descubrimos que existen estas realidades de las ciudades de la costa y parte andina (…) Con relación a la pregunta previa es un modelo que impone la traición y la deslealtad. Bajo esa lógica, no hay posibilidad que se construyan instituciones. Nacemos con una traición original, una sucesión de golpes de Estado que termina con el último de 1829. Nosotros (con Montoya) lo traemos a discusión que es el golpe contra La Mar. Lo deportan sin juicio, sin defensa y lo mandan a morir a Costa Rica. Vienen las guerras civiles. y ya, cuando aparece el guano, el modelo se reformula, pero el Estado sigue como botín.

Es importante mirar al espejo de la historia para no volver a cometer los mismos errores, pero no existe ese ejercicio.

César Hildebrandt decía, que alguien que desconoce su historia, está como condenado a una repetición permanente, una suerte de mito del eterno retorno. Decía James Joyce (epígrafe del libro): ‘la historia es una pesadilla de la que estamos intentando despertar’. En cada cambio político, cuando una facción reemplaza a la otra, también destruye pedazos de la historia. (…) Hay una lobotomización donde los actores no se dan cuenta que repiten lo que Mariano de Arce llamó una simulación de república. Él rápidamente se da cuenta que la participación de los militares en ese golpe que le hacen al Congreso, lo que está derivando es una simulación de república. Todo se vuelve una farsa y el lo identifica y lo deja anotado para la historia. ¿Recordamos a Arce? no. ¿Recordamos que él nos alertó que esto se iba a convertir en una gran mentira? Tampoco (...) Si no existe un interés común por el bienestar público, las luchas se van a repetir ad eternum, que es lo que estamos siendo testigos. Nuestra historia tiene las claves, pero no nos interesa volver a ellas.

Maestro prebendario. Castillo repite el mismo modelo prebendario de hace 200 años.

Maestro prebendario. Castillo repite el mismo modelo prebendario de hace 200 años.

En su libro, que publicó en la pandemia, La República agrietada, dice: por las grietas entran luces y las luces son señales.

La luz identifica las profundas grietas estructurales de la república. Una república desigual, con instituciones muy frágiles que se le humilla de manera permanente. Este libro fue escrito en el primer año de la pandemia. La segunda parte son ensayos para enfrentar la peste sanitaria y política. Darnos cuenta que ese aparente desarrollo económico no sirvió para nada. Los hospitales colapsaron, murieron las personas por falta de oxígeno. Recuerdo ese momento, de esa señora aquí en Arequipa, que perseguía a la caravana de Vizcarra porque pedía ayuda para su esposo contagiado que estaba en una carpa. Cuando finalmente te miras en el espejo y asumes lo que eres, ya lo único que te queda es una rectificación honesta. Hay una frase de Nietzsche: ‘cuando miras largo tiempo al abismo, el abismo también te mira a ti’. Yo creo que estamos en ese momento, de mirar estas partes carenciadas de nuestra república. Les decían a los ciudadanos que se queden en sus casas, pero no tenían agua. Hablo de la luz de una manera optimista, reflexiva, no es para curar.

Después se celebra el bicentenario y el Perú opta por una elección muy simbólica: un maestro rural de Cajamarca. ¿Todo ese capital simbólico el presidente lo ha perdido?

− Claro. Era tal el hartazgo del fracaso. Estaba la situación perfecta para que aparezca el outsider, robos al fisco, crisis de partidos. El outsider se presentó como maestro que refundará la República. Dice que va a cerrar Palacio de Gobierno. En una entrevista dije que sería interesante volver a mirar al campo. Tenemos los recursos para esta hambruna. Sin embargo, nos dimos cuenta que el maestro rural no pudo comprar urea.

¿Y este maestro rural, Pedro Castillo es prebendario?

− El maestro entra a esta especie de palacio encantado donde él va a repetir perfectamente lo que hicieron quienes él consideraba sus enemigos. Es como una historia trágica. Por otro lado, esta posibilidad de renovar la política, les va a pasar la factura a los que lo apoyaron, porque no son capaces de reconocer, que más allá del símbolo, hay un comportamiento innoble con el Perú. Al Perú se le sigue haciendo daño. Uno pensaba que iba a curarse si se tomaba en consideración el campo, la vitalidad que tiene el mundo rural, un maestro y ahora estamos ante una nueva desilusión.

Y hay una suerte de juicio, que finalmente eso es la sociedad peruana. Hildebrandt lo decía: es el prototipo del peruano criollo.

− No estoy totalmente de acuerdo. A este país lo sostiene un trabajo invisible. El trabajo de los que se levantan todos los días. Caminaba muy tempranito por Arequipa. A mí me encanta ver al señor vendiendo sus tamales, la señora con sus dulces. Ellos están trabajando. A mí no me representa, yo no siento que me representa (Pedro Castillo). Representa un sistema viejo, que se nutre de una serie de personajes para destruirlo. Tenemos que prestarle atención a quienes cuidan los bosques y enfrentan a los taladores, a quienes se enfrentan con los traficantes de mujeres, abandonados por el Estado. Yo escribí un textito que se llamaba: Angamos en Saweto. Trata de los peruanos que están en una situación límite y no tienen para nada de sinvergüenza, de criollo. Hay que ser duros en el juicio, pero tampoco autoflagelarnos diciendo que al Perú lo representa este señor que está repitiendo 200 años de historia, que él dice que la va a terminar, pero parece que es un episodio final de una historia muy trágica.

− Como sea, el panorama parece desolador...

− El Perú no es solamente Lima nublada, peleando esta guerra de noticias permanentes. Hay un Perú vibrante.

“Tarma tenía que darle la independencia a Lima”

− En el libro Patrias andinas, patrias citadinas, en los primeros años de la república aparecen dos escenarios, la costa y la sierra. ¿Usted dice que hablan?

− Hay como una conversación. Riva Agüero es un interlocutor, personaje trágico con seguidores en las regiones que tienen la misma ilusión por la patria. En Lima se da la discusión, ideas entre república y monarquía. Y en el lado de lo que serían las guerrillas en la sierra, ahí describimos la llegada de Álvarez de Arenales, recibido con flores, con música.

− Usted ha dicho que ahí se pierde la esperanza, ¿luego ingresamos a una autodestrucción?

− Este es un gran descubrimiento de Gustavo Montoya. Tarma tenía que darle la independencia a Lima (con las guerrillas de esa sierra vibrante). Eso se pierde porque San Martín apuesta por la salida negociada, lo que Gustavo y yo llamamos independencia controlada. Lima adquiere un papel preponderante, pero no haciendo una política de verdad, sino virtual, de niebla de la guerra, de mentiras, de conspiraciones, que termina siendo el rol asignado a Lima hasta la actualidad.

Editor regional del diario La República, edición sur. Licenciado en Periodismo de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa. Trabaja para La República desde el 2003. Ha publicado libros sobre perfiles políticos regionales y literatura.