Lima, la ciudad de los 50 reyezuelos

Que me perdonen mis connacionales del Callao, pero desde el punto de vista administrativo, de gestión, el hecho de que tengan el original estatus de “provincia constitucional” y no de distrito, es el más claro ejemplo de lo que ocurre en Lima con sus 43 reyezuelos que tiene como alcaldes de todos sus distritos. El Callao tiene 7 distritos, un poder judicial que implica una jurisdicción distinta a la de Lima, un colegio de abogados también distinto y, sobre todo, un suculento presupuesto adicional que puede ser dilapidado por autoridades delincuentes, tal como lo hizo el inefable Chim Pum Callao.

El problema de lo que sucede con el Callao, aunque a una menor escala, sucede entre los distritos de Lima, los cuales, sumados a los 7 del Callao, llegan a 50 feudos en donde sus alcaldes, reyezuelos en la práctica, no tienen una política en común. Lejos a apuntar a la ciudad en su conjunto, jalan, de manera permanente, agua para su molino estorbándose entre sí, al punto de tener, en algunos casos, hasta problemas limítrofes. Lo que acaba de suceder, entre San Isidro y Miraflores por un puente, es un ejemplo de lo absurdo de nuestro sistema municipal.

El record, sin embargo, se lo acaba de llevar el alcalde de La Molina, quien en un hecho insólito pretendió “cerrar” sus fronteras como medida individual frente a la pandemia del COVID-19. Alucinante. Hace tiempo que las municipalidades vienen siendo minicomarcas fallidas con funciones de suministro de agua y desagüe, recojo de basura y tratamiento de residuos sólidos, y que han fracasado groseramente en eso. Alvaro Paz de la Barra es la muestra, de manual, de la razón por la que habría que eliminar las municipalidades distritales y tener solo un alcalde metropolitano con delegados distritales. Aló, ¿congreso?