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Política

Sin Mora

“La violencia es algo que se puede pagar y desaprender. Pasarla por alto siempre mantiene la herida abierta”.

MIRKO
MIRKO

El caso de violencia familiar de Daniel Mora no sería una excepción, si él no fuera hoy candidato al Congreso. Al escribirse esto no se sabe si el JNE puede acatar su renuncia a la lista del Partido Morado, pero el gesto de Mora es el correcto. Aunque incluso si se mantiene y es elegido, algo que acaba de ser puesto en entredicho.

La seria mella en el prestigio de Mora por haberle pegado a su esposa ya no se va a recuperar del todo. Pues la contradicción entre una figura pública con grandes logros y unas relaciones familiares marcadas por la violencia (suya o de algún pariente) puede quitarle mucho peso a su actuación futura. Luz de la calle, oscuridad de su casa.

Es cierto que lo cometido por Mora es menor en estos tiempos de frecuente y desembozado feminicidio. Pero a la vez es una conducta que no se sospechaba siquiera en alguien con su trayectoria y sus servicios al país. Lo cual duplica su culpa y su vergüenza. Lo escribe alguien que se considera su amigo desde hace varios decenios.

La práctica de la violencia en el hogar es, como se dice de la hipertensión arterial, una enfermedad silenciosa. Tiene efectos nefastos y a menudo irrecuperables sobre la vida familiar. Los asesinatos que nos indignan son formas extremas de este problema, arraigado en la cultura, al grado de que es tolerado por habitual.

Ahora falta saber cuántos votos le va a costar el maltrato a su esposa, si llega a candidatear. Perder el concurso de Mora en el Congreso sería una enorme pérdida, pues su conocimiento de la Ley Universitaria, cuyo principal impulsor fue, reforzaría mucho la continuación de la lucha en curso por una educación superior de calidad, que todavía no termina.

Pero si ponemos los factores en la balanza, nos parece más importante su renuncia a la candidatura que su continuación en la contienda política. Lo primero, si es aceptado, es el camino de una recuperación de su prestigio. Lo segundo contribuye a minimizar la humillación de su esposa, y en ello finalmente la de él mismo. La violencia es algo que se puede pagar y desaprender. Pasarla por alto siempre mantiene la herida abierta.

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