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Política

Un Frente Amplio

“Es hora de cederlos a los militantes y establecer mecanismos que desincentiven visiones reducidas. De ahí la importancia de la reforma política, tarea fundamental del nuevo Congreso”

Ruben Cano
Ruben Cano

Un entrañable amigo uruguayo, miembro activo del Frente Amplio y asesor en temas de comunicación de varios de sus líderes, me explicaba acerca de las características que tenía esta coalición de partidos, que habían permitido que ostente el poder de manera ininterrumpida en los últimos quince años, durante tres períodos consecutivos de gobierno democrático.

Lo más importante para sus miembros es la unidad. Lo interesante del Frente Amplio es que realmente es amplio, pues está conformado por partidos que van desde la izquierda y centro izquierda progresista hasta la democracia cristiana. La pregunta de rigor cae de madura: ¿cómo hacen para ponerse de acuerdo? Pues hay dos procesos a la interna de la coalición que asegura los consensos.

El primero es el plan de gobierno, documento que implica la participación de los equipos técnicos de cada uno de los partidos. Este proceso dura alrededor de un año donde debaten tenazmente por que se incorporen sus propuestas, casi como un parlamento a la interna de la coalición. Pero al tener una propuesta final, consensuada, esta se respeta por todos sus miembros.

El segundo proceso es el de las elecciones internas. Al siguiente año de haber definido el plan de gobierno, los partidos a la interna de la coalición pugnan por lograr colocar a su candidato para el proceso electoral nacional, siendo legítimo conformar alianzas para lograr el objetivo. Fue de esta forma como se fueron intercalando Tabaré Vázquez, del Partido Socialista, y José “el Pepe” Mujica, del Movimiento de Participación Popular.

Ambos procesos tienen ese orden por una razón. Cuando el candidato es elegido, este se tiene que ceñir al plan de gobierno ya definido, es decir, no se le ocurriría definir políticas públicas de manera particular o vinculadas a algún interés subalterno. De esta manera el sistema desincentiva el caudillismo y fuerza una continuidad que se traduce en equilibrio de poderes y predictibilidad. Algo que añoramos profundamente y que nos vendría bien lograr en nuestro país.

Más allá del espectro ideológico –la derecha peruana es mucho más conservadora y está mucho más a la derecha que la uruguaya–, políticas como la despenalización del aborto o la legalización del cannabis se lograron bajo este esquema. Sería ideal que nuestros partidos tomen estos modelos como referencia. Eso requiere de mucho desprendimiento de aquellos que se sienten sus dueños. Es hora de ceder a los militantes y establecer mecanismos que desincentiven visiones reducidas. De ahí la importancia de la reforma política, tarea fundamental del nuevo Congreso.

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