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Política

Pablo Macera

Balance y legado.

Editorial
Editorial

Ha muerto Pablo Macera, uno de los grandes historiadores peruanos de la segunda mitad del siglo XX y acaso uno de los más importantes y profundos junto a Jorge Basadre y Raúl Porras Barrenechea. Su partida, luego de una dilatada vida de 90 años, casi 60 de los cuales fueron dedicados a la reflexión nacional, ha motivado un abanico de balances de su obra y legado, y no pocos inoportunos ajustes de cuentas.

Fue un intelectual más que un político, y quizás negado para ella. En San Marcos no tuvieron mucho éxito sus apuestas políticas y cuando decidió postular al Congreso lo hizo con el fujimorismo en su hora reeleccionista, una corta incursión que dañó su reputación personal, aunque no académica.

Sería injusto reducir a Macera a los 12 meses de su aventura parlamentaria; y sobre todo sería un desperdicio, tomando en cuenta sus afanes y el sentido crítico que rodeó su reflexión en el Perú, en un momento en que las Ciencias Sociales sometieron a un duro cuestionamiento la herencia republicana.

Pueden advertirse hasta tres momentos de la actividad de Macera; el primero, del estudio predominante de la República, desde la publicación de su texto Tres etapas en el desarrollo de la conciencia nacional (1956), hasta los Trabajos de historia. Cuatro tomos (1978); en el segundo, hasta el año 2000, tuvo un marcado interés en la cuestión india o indígena, cuyos trabajos más destacados fueron Nueva crónica del Perú siglo XX y los 8 tomos sobre la geografía política del Perú (1999). En los últimos años, precisó aun más su interés en lo indígena amazónico, resultado de lo cual son sus trabajos sobre Juan Santos Atahualpa, los shipibos y los ashánincas.

Macera fue un radical. Como otros de su generación introdujo en el estudio de la historia una visión crítica. Contra la idea de la promesa republicana, que pretende un país inconcluso pero posible, argumentó la necesidad de un cambio muy cerca de la idea refundadora, cancelando el liderazgo criollo y personalista para que el futuro se asiente en las colectividades más que en los nombres.

No puede dejarse fuera del balance su preocupación por la cultura y el arte peruano, sobre los cuales tratan siete de sus trabajos publicados, entre ellos Pintores populares andinos, La pintura mural andina siglos XVI-XIX y Cuentos pintados del ande y la amazonia; y su predilección por la enseñanza de la historia y la formación de investigadores, patentizado en la fundación del Seminario de Historia Rural Andina en la San Marcos (SHRA) que fundó en 1966, que lo sobrevive y reclama atención y cuidado.