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Política

Género, violadores y reaccionarios

“El machismo es una tara psicológica y cultural cuyo proceso de reversión es ineludible, particularmente en las sociedades liberales”.

TAFUR
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Cuando se dice que somos un país de violadores debería ser obvio que la frase no alude a la generalidad de los peruanos, sino a una realidad que sobrepasa la estadística “normal” y evidencia una entraña reaccionaria y autoritaria en el país.

Eso es, lamentablemente, data pura y dura, aun cuando al respecto quepa una lectura no tan pesimista, ya que estos brotes de violencia se explican también como una reacción desesperada de quienes resienten el vertiginoso cambio cultural, social y económico en favor de la mujer y las minorías que en el planeta entero y en el Perú viene ocurriendo.

La derrota paulatina de ese orden machista no se va a frenar por la violencia desatada por unos cuantos o la resistencia pasiva de las mayorías masculinas. El machismo es una tara psicológica y cultural cuyo proceso de reversión es ineludible, particularmente en las sociedades liberales.

Dicha batalla pasa por muchos frentes, y a propósito del venidero evento electoral, es menester discutir las muchas herramientas políticas que cabe desplegar para construir una sociedad con plena equidad de género (en la que no solo incluimos a hombres y mujeres sino a todas las maravillosas variantes eróticas que la psique humana permite y alberga).

Puntualmente, cualquier opción política que no haga suya una propuesta a favor de la igualdad de género lo que está asumiendo es la defensa de un orden tradicional machista y heteronormativo que aún nos rige y que es claramente contrario a los parámetros de una sociedad libre y moderna.

Los sectores ultraconservadores quieren mantener vivo un esquema de dominación cultural, que no es producto de una consecuencia natural de la biología de los sexos, sino una construcción social e histórica que como tal puede y debe cambiar.

La apuesta ultra es reaccionaria y pasadista. En esa perspectiva, es realmente de espanto que algunos liberales –impostores– digan tener alguna afinidad con tal sector tan solo porque le agrega a su rudimentario equipaje ideológico la defensa de la propiedad privada (¿?). Es un horror conceptual esa alianza espúrea de pretendidos liberales con nuestros talibanes cristianos, quienes están tratando de capturar el poder político para desde allí construir una sociedad conforme a su credo.

En estos momentos críticos no cabe la búsqueda de consensos con los voceros de la intolerancia. Detrás de la oposición a la tolerancia moral anidan los peores instintos discriminatorios y, a la postre, violentos contra mujeres y minorías. Los que aúllan contra la “ideología de género” no libran una batalla semántica o lingüística sino una cruzada para mantener un statu quo nefasto, que nadie que se pretenda moderno puede avalar.

Muchos colectivos feministas y mujeres líderes en su campo vienen librando una cruenta y valiente lucha para lograr una sociedad igualitaria respecto del género. Nadie se puede llamar liberal si no acompaña esa gesta.

-La del estribo: Mi homenaje a un genio nacional como Pablo Macera. Consciente del vilipendio que sobrevendría por su aproximación al fujimorismo, hizo valer más su creencia en “la fuerza” como elemento político imprescindible en un país informe como el nuestro (él veía esa fuerza en Fujimori), y por ello asumió los pasivos de un gobierno ya asolado por la corrupción y el autoritarismo. No cabe con él, después de muerto, una clemencia que él mismo nunca buscó en vida. Solo una apostilla: sus justificados críticos deberíamos condolernos también de que si algún reconocimiento político tuvo el historiador en vida, solo haya provenido del hoy recluso de la Diroes.

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