¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?
Política

Quién gana, quién pierde

“El pendiente final es el de la sociedad, un sobrio actor que se está convirtiendo en garante”.

De la Puente
De la Puente

El tiempo ayuda en todo, o casi todo. Esto a propósito de la disolución del Congreso que, al paso de los meses, ofrece una perspectiva reflexiva y ordenada, advertida en el primer libro dedicado a este hecho (30-S Anatomía de una disolución. ¿Quiénes ganaron y perdieron con el cierre del Congreso? Página Once, que reúne cuatro textos de Mabel Huertas, Carlos Meléndez, José Carlos Requena y Erick Sablich.

Los textos abordan casi todos los escenarios en que se desenvolvieron los hechos, produciendo una agregación interesante de la dinámica de los actores. En este punto, atiende correctamente uno de los problemas que plantea el 30 de setiembre, el de relatos desagregados y sin contexto donde en el campo de los “malos” todos los son, lo mismo que en el de los “buenos”, dependiendo del punto del que se parta.

Entre las discusiones que plantean los textos, que se alejan del concepto del golpe, se pueden contar las siguientes: 1) si la disolución del Congreso fue una sorpresa; 2) si hubo una guerra de minutos entre el Gobierno y el Congreso en la tarde del 30-S, de modo que ganó el más rápido; 3) si hubo más obstrucción parlamentaria contra Vizcarra respecto a PPK; 4) el tipo de gobernante que expone Vizcarra; 5) el nivel de desacuerdo que hubo entre el presidente y su premier Salvador de Solar; y 6) las razones que permitieron que el ala dura del fujimorismo tomara en control de las decisiones del Congreso, especialmente entre el 27 y 30 de setiembre.

Respecto a la primera discusión es probable que con el paso del tiempo –la historia es una máquina despulpadora, no una licuadora– se separen los hechos de los actos, es decir, la tendencia que desde el referéndum del 9 de diciembre anunciaba el fin del Congreso como salida a una crisis en la que era imposible fijar las bases de un acuerdo de poderes, y no por los asuntos estrictamente normativos, sino por los grandes intereses que cada cual representaba.

Esta discusión alimenta otra, la de la obstrucción; los trabajos del libro exponen datos de un comportamiento más diligente del Parlamento frente al Gobierno en materia de leyes, aun cuando la obstrucción marzo-setiembre fue una operación más compleja y soterrada, es decir, combinada (ahora se aprecia que fue muy mal organizada), de protección de acusados de corrupción, oposición a reformas “cantadas” y búsqueda afanosa de la libertad de la lideresa del fujimorismo. Hubo una táctica mixta de obstrucción más resistencia, y a veces más lo segundo que lo primero.

El debate sobre quién es Vizcarra me parece muy necesario para un balance de esta etapa, donde la clave es separar la identidad de la identificación. Es cierto que él es un político made in región, pero es algo más. Tres atributos suyos que no deben perderse de vista son su pragmatismo reformista –se orienta, avanza y se limita–, su condición de político antipolítico, y su distancia de toda élite, fruto de lo cual son la mayoría de sus apuestas ministeriales.

Como avanza en señalar el libro, Vizcarra ha ganado y también parece ganador, aunque esta es una historia que ha empezado y aún no termina. El hueso constitucional será duro de roer y del fallo del TC sobre el 30-S depende el honor de los contendientes. El pendiente final es el de la sociedad, un sobrio actor que se está convirtiendo en garante.

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