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Política

Liberalismo del Siglo XXI

“Más daño le ha hecho al libre mercado el rentismo empresarial que el populismo económico”.

TAFUR
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Luego del escándalo Lava Jato, y del obsceno espectáculo de loncheras, maletines y clubes, debiera quedar más que claro que cualquier proyecto político liberal que se pretenda serio no puede dar por sentado que los empresarios privados son sus aliados naturales.

Los tentáculos corporativos que aprisionan las democracias a través del irresistible influjo mercantilista −amén de sus ramales de corrupción− acrecientan la convicción de que el liberalismo debe marcar la mayor distancia posible del gran capital.

La mayoría de empresarios no gusta de la economía de mercado ya que les es más rentable y atractivo medrar de los privilegios a la mano que provienen del uso indebido de su gran poder.

El capitalismo dejado a su suerte tiende a la corrupción del Estado y la manipulación de la democracia. Es “natural” que las fuerzas productivas capitalistas deriven en mercantilismo, en el uso del aparato estatal para generar rentas indebidas a contrapelo de lo que el libre mercado dispondría. Por eso se necesita del Estado. No hay economía de mercado sin Estado. El libre mercado es una creación política, en cierto modo contranatura.

Resulta particularmente deleznable por ello que los presuntos liberales peruanos le pongan la puntería a cualquier atisbo de populismo fiscal y monetario o a cualquier distorsión de la ortodoxia económica cuando se trata de desviar recursos a favor de los pobres, pero hagan mutis absoluto ante el llenado de enciclopedias completas de normas que favorecen a grupos de poder.

Más daño le ha hecho al libre mercado el rentismo empresarial que el populismo económico. El mercantilismo −que es, a su manera, una suerte de populismo para los ricos− ha destruido los cimientos liberales allí donde se le ha permitido crecer.

En el Perú, aparte de algunas aisladas reformas de los 90 y unas pocas menos en el periodo de la transición democrática, no ha habido un proyecto liberal en curso sino una metástasis mercantilista.

El liberalismo es intrínsecamente popular. Las libertades económicas siempre favorecen a los pobres, a los emergentes, a quienes quieren crecer en el mercado, y necesitan por ello que el Estado propicie igualdad de derechos, que no coloque barreras de ingreso o de crecimiento, ni que refrene la libre competencia o desvíe recursos a favor del statu quo. He allí la raíz popular del liberalismo, su vena histórica y filosóficamente contestataria y de vanguardia.

Si el liberalismo quiere recuperar vigencia futura debe regresar, paradójicamente, a los clásicos, al siglo XIX y principios del XX. Autores como Adam Smith, Friedrich von Hayek o Ludwig von Mises siempre supieron que el liberalismo no podía degradarse al punto de convertirse en la cubierta ideológica de la plutocracia, como lamentablemente se manifiesta en el planeta y de modo particular en el Perú.

De la mano con un respeto supremo a las libertades civiles y morales, una propuesta liberal, en consonancia con su apego a una tecnología institucional capaz de refrenar el poder de los ricos, debe abrazar las formas de la democracia representativa. Ese es el liberalismo del siglo XXI que países como el Perú necesitan. Es la mejor manera de lograr el crecimiento sostenido y la modernidad democrática.

- La del estribo: muy recomendable la Guía del proceso emancipador 1780-1866, de Eric Koechlin Febres. El libro forma parte de la Colección Bicentenario de la Independencia, del Fondo Editorial del Congreso. La historia siempre se redescubre. Por eso es una disciplina académica viva, siempre disruptiva.

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