Historia de la corrupción

Hasta ahora los efectos del caso Lava Jato se limitaban a los ámbitos político y judicial. Parecía lógico que así fuera: una trama de corrupción imbricada en nuestra clase dirigente debía concluir con muchos políticos –políticos de izquierda, derecha y centro; políticos conocidos y anónimos– procesados y sentenciados por la justicia.

Pero de pronto, las investigaciones comienzan a tener efectos en un ámbito que hubiera sido difícil de prever cuando comenzó este desborde de mugre de las constructoras brasileñas: la historia.

Algunas confesiones premiadas han comenzado a recolocar las piezas, permitiéndonos comprender por qué ciertos episodios trascendentales de nuestro pasado ocurrieron como ocurrieron. Siempre existieron las sospechas sobre ellos, pero es muy distinto conocer los testimonios inmediatos que prueban que fueron empujados por la perversa lógica de la corrupción.

Ahora sabemos que era verdad que algunos políticos peruanos de tiendas contrarias estuvieron hermanados por un pacto de impunidad y colaboración, incluso por encima de los intereses de sus propios partidos. En la página 404 de sus «Metamemorias», Alan García habla de su disgusto porque Mercedes Aráoz fuera la candidata del APRA para las elecciones generales del 2011.

Gracias a un colaborador eficaz, hemos descubierto que García venía empujando la candidatura de Luis Castañeda Lossio, llegando a fungir como recaudador de fondos ante Jorge Barata, tanto en esa campaña presidencial como en las municipales de 2014. ¿Por qué el presidente del Apra tendría que desempeñarse como gestor del presidente de Solidaridad Nacional, si supuestamente eran rivales políticos?

Este mismo colaborador ha revelado otro episodio todavía más asombroso. Según cuenta IDL-Reporteros, en 2004 el fiscal Mario Gonzales Díaz archivó el caso Frontón, la más grave denuncia por violación a los Derechos Humanos contra Alan García, a cambio de una coima de 25 mil dólares entregados en efectivo por el propio expresidente aprista, más el compromiso de ayudarlo a conseguir trabajo en una entidad estatal. Esto despejó su camino para postular en las elecciones de 2006, que finalmente ganaría.

Se ha repetido que, con su suicidio, Alan García eligió el juicio de la historia. Todo indica que, para él y para otros implicados en el caso Lava Jato, éste llegará antes de lo imaginado.