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Política

El ciudadano bicentenario

“El profesional del bicentenario no puede concebirse como un ser deshumanizado, casi como un robot estandarizado...”.

CANO
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Más allá de las terribles brechas de desigualdad en la educación básica, los últimos resultados de las pruebas PISA –las que miden las competencias en lectura, matemáticas y ciencias en niños de quince años de los países del OCDE e invitados, como el caso del Perú-, son tenuemente alentadores. No solo porque vamos saliendo de la cola sino también porque nuestro país es el que presenta el ritmo más acelerado de avance en la región en la presente década. Los resultados poco alentadores, más bien, son los de las pruebas PIAAC –las que analizan las competencias en lectura, matemáticas e informática de adultos entre 16 y 65 años-, y en las que el grupo por encima de los 35 está muy por debajo del estándar latinoamericano.

Si analizamos el gasto público en educación por estudiante en los últimos años en todos los niveles educativos, nos daremos cuenta de ciertas correspondencias. Mientras que en la década de los noventa este valor se mantuvo casi congelado y a niveles de los años cincuenta –los más bajos del siglo XX–; a partir del año 2001 se inició un crecimiento ininterrumpido que, para mediados de la década del 2010, superó inclusive los niveles más altos de gasto de toda nuestra historia republicana, que no se veían desde los años sesenta.

Puede que no sea el único factor, pero son notorios los efectos que generó la austeridad de los noventa en los adultos que han rendido las pruebas PIAAC. Nuestra actual población económicamente activa es la generación en la que menos se invirtió en educación desde 1950. En contraposición, los estudiantes medidos recientemente por las pruebas PISA son los que han recibido la mayor inversión por estudiante en lo que va de la historia del Perú y serán la fuerza productiva de nuestro país en la década del 2040.

Ahora bien, eso no quiere decir que las generaciones previas al 2040 ya estén perdidas. Lo que no se pudo avanzar en educación básica para estas generaciones se debería regularizar con la educación superior, que resulta siendo entonces fundamental para la próxima década. A mediados de este año se anunció un grupo de trabajo que estaría formulando una propuesta de política de educación superior que consolidaría lo ya avanzado con la reforma universitaria. En ese sentido, la generación del bicentenario requiere, necesariamente, que ésta se articule con la educación básica y que se terminen de erradicar todas aquellas universidades estafa, ampliando y fortaleciendo otras alternativas de formación como institutos y centros de educación técnica.

Finalmente, aunque suene a novela de ciencia ficción, el profesional del bicentenario no puede concebirse como un ser deshumanizado, casi como un robot estandarizado e integrado a la fuerza laboral del proceso productivo del mundo globalizado. El gran reto es formar, más bien, al ciudadano bicentenario, con capacidad crítica, que pueda deconstruir los paradigmas actuales para construir nuevos, con valores republicanos que erradiquen los privilegios en la búsqueda de una sociedad más igualitaria. Y para ello es fundamental la formación en humanidades. De lo contrario, estaremos expuestos a un desarrollo que siga excluyendo a las personas y alimentando el caldo de cultivo para mayores protestas en la región.

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