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Política

El Apra, un baile de máscaras

“Lo sustantivo aquí es que en el Apra hoy cualquiera puede auparse a cualquier puesto en la lista, o para el caso en la directiva, porque el partido no va en ninguna dirección”

MIRKO
MIRKO

El relativo bullicio por la irrupción de Mauricio Mulder en el N°1 de la lista del Apra mueve a pensar en muchas cosas, menos en una pugna partidaria en forma. En un momento parecía que al Apra post-Alan García le iba a salir un ala alanista y otra hayista, por llamarlas algo. Pero se ha escuchado poco de eso en estas últimas semanas.

La versión de los opuestos a ese N°1 es que los encargados de la elección han hecho cera y pabilo del proceso. De ser así, Mulder y otros se han zampado a los primeros lugares, únicos que darían la posibilidad de entrar al Congreso, si el partido pasa la valla. Lo han logrado sin demasiada protesta. Jorge del Castillo se ha quejado, pero parece estar primando la resignación. ¿Por qué?

Quizás una de las claves del inmovilismo en el Apra es que Mulder no está significando casi nada. Cierto que es una imagen con cierta popularidad que atraerá más votos que otros apristas. Además hay allí una habilidad parlamentaria, desfachatada y alegosa, de la que otros carecen. No parecen argumentos como para arrasar con el orden de una elección interna.

Pero quizás lo más atractivo en este N°1 impuesto es su capacidad para encarnar una suerte de simulacro de aprismo. No es el único. Todos los que se han movido en o aceptado la entente cordiale pragmática con los fujimoristas (comenzando por Alan García, que lo puso en marcha) han estado en lo mismo, viviendo una máscara de partido.

Insistimos, que Mulder cometa otra criollada no es el problema de fondo. Tampoco lo será que no salga elegido, si llega a suceder. Lo sustantivo aquí es que en el Apra hoy cualquiera puede auparse a cualquier puesto en la lista, o para el caso en la directiva, porque el partido no va en ninguna dirección, que no sea tratar de sobrevivir, sin muchas ganas.

Sabemos que muchos a lo largo de un siglo han proclamado el fin del Apra (“El Apra nunca muere”). Queremos pensar que nuestra visión del asunto es otra. La profecía terminal puede no afectar al longevo partido, pero la crisis de vacuidad ideológica que arrancó en 1985 todavía va a arrasar dos generaciones más, y de pronto hasta tres, si nada cambia.

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