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Política

Una pizca de sensatez

“Toledo tendría que dejar de aferrarse a sus mentiras, evitar papelones como ese alegato de defensa”.

TOLA
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1. Si Alejandro Toledo no fuera un mentiroso compulsivo, que vive los momentos finales de un triste proceso de degradación que lo ha llevado a creerse sus propias mentiras, a culpar a los demás de sus actuales desgracias y quizá a pensar que merecía los millonarios sobornos que recibió de Jorge Barata, descubriría que solo le queda una salida.

Si de veras quisiera evitarse las durísimas condiciones penitenciarias que le ha tocado padecer los últimos dos meses en el pabellón de máxima seguridad de la cárcel de Santa Rita de Dublín, nido de temibles pandilleros vinculados a «Los Border Brothers», «Los Mara Salvatruchas» o «La Mafia Mexicana», donde puede comunicarse con el exterior por Skype, con escasos minutos de patio cada día, tomaría la única decisión sensata que le queda.

Toledo tendría que dejar de aferrarse a sus mentiras, evitar papelones como ese alegato de defensa que apeló a sus raíces indígenas o ese ofrecimiento de un millón de dólares como caución —¿en serio pretende que le creamos que salieron de préstamos de amigos?— y reconocer sus culpas, agilizando su entrega para un juzgamiento en el Perú. Así podría gozar de los privilegios que le concede su condición de expresidente, como estar recluido en la Diroes en condiciones muy distintas a las actuales. Eso haría si fuera sensato.

2. Si Keiko Fujimori tuviera instinto político, si dejara de oír al entorno de sobones y mediocres que la rodea, si apagara sus ganas de venganza por las elecciones presidenciales perdidas, si de una vez por todas entendiera que no es verdad que en 2016 hubo fraude, si descubriera que hay formas de actuar distintas a la prepotencia y el avasallamiento, escogería el camino que más la favorece.

Si en serio entendiera que es falso que sea víctima de una persecución política, que hay pruebas sólidas de que Odebrecht aportó dinero a su campaña y de que desplegó toda su maquinaria política para obstruir a la justicia que la investigaba, apostaría por el camino que le resulta menos oneroso.

Keiko Fujimori aceptaría el adelanto de elecciones. Así se presentaría como la estadista que acabó con el enfrentamiento entre Ejecutivo y Legislativo y se evitaría el desgaste que supone ser señalada como la responsable de todas las barbaridades de su bancada, algo que se estiraría hasta el 2021 si no aceptara la propuesta de Martín Vizcarra.

Una vez librada del desprestigio cotidiano de estar asociada a los Becerriles, Betetas y Arimborgos, podría evaluar una nueva postulación a la presidencia o en promover otro candidato con mejores posibilidades, amparada en ese 10% de fujimorismo irreductible, al que se sumarían algunos votantes después de verla enderezar el camino. Pero claro, esto pasaría si en sus decisiones hubiera una poca de sensatez y no las puras ganas de aplastar a sus rivales.



Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.