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Política

Es una cuestión de higiene

“Con el fujimorismo es imposible sentarse a conversar. Es más. Traicionó la reforma política, zurrándose en la opinión pública”.

Salinas
Salinas

No sé si a ustedes les gustan las malas decisiones políticas. O las decisiones a medias. A mí, les confieso, no. Tal vez porque ellas suponen alargar el suplicio y la tortura. Hay, sin embargo, ingenuos que creen todavía que con el fujimorismo se puede dialogar. Como la vicepresidenta Mercedes Aráoz, quien considera que adelantar las elecciones o cerrar el Congreso apelando a la cuestión de confianza generaría “inestabilidad política”. Y que ello a su vez suscitaría “inestabilidad económica”.

Tal cual. Como si la inestabilidad política no la viviésemos en estos momentos debido al principal cáncer que padece el Perú: el fujimorismo. Si la democracia y sus instituciones están en crisis, ello se debe, en buena cuenta, a que el partido que creó Alberto Fujimori nunca dejó de batallar por imponerse y volver al autoritarismo de toda la vida. Es así. Pero Aráoz, naif, no la ve. “Olaechea es un caballero, es de buenas maneras, es dialogante. No veo por qué él sería un impedimento para el diálogo”, comenta Aráoz en El Comercio. Y horas después, el “gentilhombre” despotrica contra la izquierda, tratándola de estúpida.

Así las cosas, da lo mismo Olaechea, Becerril, Salgado, Bartra, Arimborgo, o la Chichi de la Bernarda. Al final todos son iguales. Porque el fujimorismo, como escribió hace poco César Hildebrandt en su semanario, “posee el don de la inmutabilidad. Nació en la trampa, creció en el delito, se mantuvo en la impunidad. No es un partido sino una mafia alimentada electoralmente por la indignidad y sostenida financieramente por la cosecha de los 90 y los aportes de narcotraficantes y empresarios sin escrúpulos que se hicieron ricos cuando Fujimori remató empresas públicas a precio de ganga y dio leyes con nombre y apellido”.

“El fujimorismo tiene una identidad irrenunciable. El crimen le sirve, la chaira lo hace salivar, la promesa rota le arranca gemidos de placer (…) Pensar que el fujimorismo puede trastornar su ADN, borrar sus verrugas y adquirir cierta vocación republicana es pura estupidez”, añade Hildebrandt .

Y es así. Con el fujimorismo es imposible sentarse a conversar. Es más. Traicionó la reforma política, zurrándose en la opinión pública. En consecuencia, cerrar el Congreso, volviendo a citar a Hildebrandt, “sería una urgencia de la higiene pública”. Eso.

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.