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Política

La doble moral

“Mi valor, mi dignidad, mi aporte no se mide por lo que hago con mi sexualidad, con mi tiempo libre, por quién decida amar...”.

Sigrid
Sigrid

Iba a escribir sobre la reforma política, sobre la tremenda mecha en el Congreso. Pensé en escribir sobre las pugnas entre bancadas para la elección de la nueva mesa directiva… pero decidí que no había batalla más importante que la que está en nuestras mentes.

Decidí escribir, una vez más y cuantas veces haga falta, sobre nosotras y nuestra carcomida sociedad. Primero, porque hace unos días presenté el libro de María José Osorio en la FIL: Es para una amiga. Lo recomiendo mucho, no solo por el honor de haberlo presentado, sino porque me llenó de energía y creo que es una buena forma de introducirse (o profundizarse) en el feminismo y la sororidad que implica.

En segundo lugar, decidí escribir esta columna pensando en que cada vez estoy más harta y cansada del asqueroso doble estándar que nos toca a las mujeres. Esos prejuicios por los cuales precisamente el feminismo se hace más que necesario, se vuelve obligatorio. Que si una mujer es madre no puede divertirse, que si una figura pública se emborracha y sale con alguien es una puta. Que si disfrutas de la vida y la pasas bien con quien se te dé la gana y decides no tener miedo y publicarlo, eres la “dama de compañía” de alguien más (¡¿y a ti qué te importa?!).

Ya he escrito sobre esto antes y no me sorprenden ni atemorizan las reacciones que genera este tipo de columnas. Me gustaría que esto de tratase de un simple: “¡ocúpense de sus propias vidas!”, pero es algo más. Dejen de agredir, de lastimar, de violentar a la mujer. Dejen de ser el sustento de esos feminicidas, violadores, que creen que la mujer es una cosa que les pertenece o que ustedes saben mejor que una qué hacer con nuestras vidas, cuerpos, destinos.

Mi valor, mi dignidad, mi aporte no se mide por lo que hago con mi sexualidad, con mi tiempo libre, por quién decida amar o con quién decida divertirme. Alguien me dirá: “Es que estamos hablando de fulana o mengana que es una tal por cual, es mala, es rajona, no es sincera…”. Yo les contestaré: “¿YYY?”. El respeto, la educación, la empatía debe ser con todos. No importa quién seas o por dónde te haya llevado la vida, todas merecemos respeto. Pero sobre todo, lo que más me da cólera es que cuando una mujer (independientemente de quién sea) hace con su vida lo que quiere, es puta, pero cuando un hombre lo hace, es un campeón.

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