Daniel Parodi, columnista invitado.,La enemistad entre los hermanos Fujimori comenzó en agosto de 1994, cuando Keiko Fujimori fue designada Primera Dama de la Nación, luego de producirse el divorcio de sus padres: el Presidente Alberto Fujimori y la Sra. Susana Higuchi. No voy a referir los lamentables sucesos alrededor de aquella separación, pero sí que la designación de Keiko supuso el relego de Kenji, aquel niño que acompañaba a su padre a los mítines y que se hiciese del cariño popular visitando programas con alto rating. Aquella situación cambió por completo la vida de estos hermanos. Keiko se asoció al poder y se convirtió en la Primera Dama que acompañaba al Presidente en sus visitas protocolares. Y mientras aquella se hacía con la popularidad de la que antes disfrutaba Kenji; éste, durante el resto de la dictadura de su progenitor, limitó muchísimo sus apariciones públicas. Al caer la dictadura Fujimorista, la sucesora “natural” del prófugo Alberto era Keiko. En efecto, fue con ella que los fujimoristas se reagruparon y postularon a la radical Martha Chávez a la Presidencia el 2006, elección en la que Keiko resultó electa congresista con la más alta votación, lo que la dejó expedita para tentar la primera magistratura de la Nación en 2011. Así lo hizo ese año y también en 2016; las dos veces perdió, pero quien obtuvo la máxima votación congresal en ambas ocasiones fue su nunca olvidado hermano: Kenji Fujimori. El problema del liderazgo estaba entonces planteado: el mismo Kenji tuiteó alguna vez “Keiko 2016 y Kenji 2021”. Al contrario, la hermana, en su segunda candidatura presidencial, declaró, con cierta arrogancia, que ningún Fujimori postularía el año del Bicentenario. Y así llegamos a la situación actual, con la lideresa de FP incapaz de recuperar el buen humor político, y con su hermano jugando a sus espaldas, “robando” congresistas, indultando al padre, renunciando a FP, en el trance de crear un partido y presentándola como la “Llorona”, en alusión a una canción mexicana. He realizado todo este recuento para arribar a conclusiones muy simples. La primera, el rompimiento de Fuerza Popular es una realidad, tanto como lo es la terrible enemistad entre los hermanos Fujimori, por lo que lo más probable es que lo que se quebró no vuelva a unirse. La segunda, existe la posibilidad de que en 2021 los dos Fujimori postulen a la presidencia, pero solo uno alcanzaría la segunda vuelta. La tercera, Keiko Fujimori está a un tris de iniciar un irreversible proceso de agonía política. Esta historia, que no ha terminado de escribirse, tiene a la división del fujimorismo como telón de fondo. Sin embargo, una constante que no hay que perder de vista es que ni Keiko ni Kenji son referentes democráticos creíbles; al contrario, una vez en el poder, la inercia autoritaria instalada en ambos los llevará a tramar quedarse todo el tiempo posible y al margen del orden constitucional.