Sálvese quien pueda, por Jaime Chincha
La presidenta nominal del Perú claudica ante la sociedad al pedirles a las encuestadoras que, de una vez, le pongan cero en su aprobación. Es un mínimo rastro de honestidad que muestra Dina, al asumir que nadie en el país muestra alguna simpatía por ella.

Si bien, como dijimos la semana pasada, ya se sabe que Dina Boluarte gobierna salvando el pellejo y que el país es lo último que le importa, es difícil pasar por alto sus declaraciones en Davos, Suiza. “El Perú ahora es un país que ha recuperado su tranquilidad política, económica y social”, espetó la presidenta nominal ante un auditorio que, en su gran mayoría, poco o nada sabía de nuestro país. Sin embargo, en el frente interno esa declaración le remueve las tripas a cualquiera. Es cierto que el poder puede alterar la conexión de quien lo ostenta con la realidad que vive la gente de a pie; es allí donde se demuestra el temple de quien gobierna. Pero haber mentido de esa forma, siendo ella quien es y diciéndolo mientras nos representaba a cada uno de nosotros, constituye una afrenta a un fenómeno que ya nos ha desbordado y que a este Gobierno se le ha ido de las manos. Este Gobierno es en realidad un desgobierno.
Y es tal este desgobierno que, a pocas horas de la infeliz declaración presidencial, Santiváñez sale a decir que está tratando de comprar equipamiento para la policía. En Davos, Dina redujo la dramática situación actual —la de un país tomado por el terror— a un mero problema de criminalidad, asegurando que lo estaban enfrentando “entregando equipos y uniformes, camionetas y motos para poder vencerla” (sic). Una flagrante contradicción o una grosera mentira da lo mismo ya a estas alturas viniendo de este régimen. Pero el desgobierno como tal fue mayúsculo cuando el ministro de Defensa, Walter Astudillo, salió a decir que era imposible enviar militares a Trujillo tras el atentado a la sede principal de la Fiscalía —pese a que el gobierno lo ofreció vía comunicado—, debido a que Santiváñez no había entregado hasta el jueves el plan que se debe llevar adelante en la ciudad de la eterna balacera. Todo un desmadre por donde se mire.
Diseccionar la desafortunada frase de Davos puede ser todo un ejercicio de diván. Decir tranquilidad política sobrepasa la ceguera, incluso la ignorancia, y constituye una falsedad descomunal. ¿De qué tranquilidad política puede hablar la presidenta con partidos convertidos en vientres de alquiler y en cómplices de la delincuencia más demencial y asesina que se recuerde? Negarlo todo o guardar silencio; he ahí el atormentado dilema en el que se mueve la presidenta nominal. Y es que, por cierto, si sufriese un negado rapto de lucidez y se atreve a salirse del guion, esos partidos pueden decidir adelantar su salida. Tenemos a una presidenta rehén de las mafias que han capturado el poder con su aval, pues hay beneficio propio de por medio.
Tan grave es el momento actual que nos ha tocado vivir que hablar de tranquilidad social, en un foro internacional, es mostrarse ante los peruanos como una jefa de Estado que no decide nada, que es una figura decorativa a la cabeza de un Ejecutivo sobre quienes otros deciden. Y si hablamos de tranquilidad económica, ello se debe al liderazgo de Julio Velarde al frente del Banco Central haciendo que nuestra moneda sea estable y una de las más sólidas de la región. El BCR es un organismo autónomo, felizmente, así que tal tranquilidad está muy lejos de cualquier movimiento del Gobierno actual.
La presidenta nominal del Perú claudica ante la sociedad al pedirles a las encuestadoras que, de una vez, le pongan cero en su aprobación. Es un mínimo rastro de honestidad que muestra Dina, al asumir que nadie en el país muestra alguna simpatía por ella. Vivimos en los tiempos del sálvese quien pueda y, por lo que se ve en la calle, ya nadie espera algo de este desgobierno. Ya van cuarenta días desde que el Ejecutivo observó la ley de detención preliminar, una de las piezas claves para meter a la cárcel a quienes están reventando el país. No hay que olvidar nunca que se hizo en el último día de plazo y cargándose casi 90 delitos fuera del alcance de la justicia inmediata. Esta larga lista es encabezada por los delitos vinculados a la corrupción de funcionarios. La gente no es tonta, señora Boluarte. La gente observa la calamidad que se ha perpetrado, pero no se da abasto para la crítica, o la necesaria discusión ciudadana, porque la gran mayoría tiene como prioridad trabajar el día a día que le permita alimentarse y cubrir lo más esencial del presupuesto. Pero el peruano masculla una rabia que detonará en las próximas elecciones, con un resultado que podría reventarle en la cara al pacto que hoy gobierna el Perú.
Y es que esa componenda que decide nuestros destinos, y que le ha dado casi todas las herramientas legales al crimen organizado, no había salido de su hibernación congresal hasta que llegó la denuncia de la fiscal de la Nación contra los que, usando las leyes, se han aprobado un doble ingreso del Estado. Cierto es que se puede discutir la decisión de la doctora Delia Espinoza desde el andamiaje normativo, pero como representantes de sus electores han quedado moralmente por los suelos; o mejor dicho, han tocado un nuevo fondo. Recién allí los congresistas beneficiados con pensión y sueldo, junto con los que los apoyaron, despertaron y lanzaron fuego graneado contra la fiscal Espinoza. No reaccionan así frente a los extorsionadores que matan a diario, solo entran en acción cuando les tocan el bolsillo y los intereses propios. Es triste decirlo, duro admitirlo, pero esa es la verdad.
Es entonces que, frente a este desgobierno, quien postule a suceder a Boluarte debe tener como primer tema de agenda el combate y desaparición de los grupos armados que avanzan repartiéndose territorios del país, a costa de la sangre de gente inocente. 120 homicidios en 26 días es para alarmar a cualquiera. Pero la policía, contaminada de la retórica del impune Santiváñez, salió esta semana a decirnos que estemos tranquilos porque en México y Colombia se mata mucho más que acá. Parafraseando a un fujimorista de larga data hace unos años, acá nos matan menos. Sin embargo, al mirar las cifras de homicidios desde otro ángulo, tenemos que en 2019 se reportó una tasa de 3,5 homicidios por cada 100.000 habitantes. A fines de 2024, esa tasa se duplicó a 7,4 homicidios. El haber duplicado la cifra de homicidios en el Perú enerva a cualquiera, menos a este Gobierno del margen de error.