La percepción que tiene la población sobre la situación actual del país es correcta. La cruda realidad, que se manifiesta en costa, sierra y selva, presenta un escenario lleno de dificultades y desgracias. Los problemas son significativos en los ámbitos político, social y económico, además de las agresiones naturales. Afortunadamente, a lo largo de la historia republicana del Perú, desde el seno de las penurias, han surgido grandes personajes que han dejado una herencia invaluable que ilumina a las nuevas generaciones.
Un ejemplo destacado de esta resiliencia histórica es la participación de Daniel Alcides Carrión García en el Perú del siglo XIX, en un contexto marcado por el final de la guerra contra Chile. Carrión, estudiante de medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, reaccionó ante el sufrimiento de sus compatriotas andinos, quienes morían a causa de una enfermedad muy agresiva. Su noble acción lo convirtió en un mártir de la medicina y del Perú.
Daniel Alcides Carrión (DAC) nació en Cerro de Pasco el 13 de agosto de 1857 y falleció en Lima el 5 de octubre de 1885, a la edad de 28 años. Observó en algunos pacientes dos cuadros clínicos que creía que obedecían a la misma causa. Es decir, la fiebre de la Oroya y la verruga eran, en su opinión, una misma enfermedad con dos manifestaciones. Para comprobarlo, se inoculó con la sustancia de un paciente afectado por la verruga y luego desarrolló la fase febril. Estando grave, relató lo que sentía hasta su muerte, convirtiéndose en un mártir con pensamiento científico, pues en su propio cuerpo comprobó su hipótesis.
En aquella época, el Perú atravesaba una grave crisis social: un país desintegrado, golpeado por la guerra con Chile y por políticos y militares desconectados de los intereses nacionales. Muchos andinos que trabajaban en la construcción de la vía del ferrocarril central morían a causa de la fiebre de la Oroya. Incluso médicos chilenos intentaron investigar este mal. Fue en este contexto que surgió la destacada participación de DAC.
La obra de Carrión adquiere aún más valor cuando se considera el análisis clínico y epidemiológico que se ha realizado. Vivió, estudió y actuó en un tiempo en que aún no se conocía el agente causante de la enfermedad. No fue hasta 1905 que el médico peruano Alberto Barton descubrió la bacteria responsable: la Bartonella bacilliformis, una bacteria gramnegativa. Así es como se construye el conocimiento científico.
Por ello, la obra de grandes personas como Carrión cobra un valor especial en la historia de un país, ya que emergen en los momentos más críticos, cuando la población se siente acorralada por las desgracias y la minoría se siente desatendida. Carrión alcanzó la dimensión de héroe y mártir, junto a figuras como Tupac Amaru, Grau, Bolognesi, Quiñónez, Olaya, Ugarte, María Parado de Bellido y Micaela Bastidas.
En la actualidad, es importante recordar a académicos y estudiantes que la universidad cumple funciones esenciales: formar profesionales, realizar investigaciones científico-humanísticas y contribuir al desarrollo de la comunidad y del país. Como estudiante de medicina, Carrión cumplió a cabalidad con estas funciones en el siglo XIX, uniendo conocimientos, sentimientos y acción en pro de su sociedad y su patria.
El estudio integral de la obra de Carrión, como se hace con otras grandes figuras, permite valorar de manera más justa la trascendencia de su aporte al Perú y al mundo. Se trata de un mestizo peruano, provinciano y andino, que sentía el sufrimiento de su patria por la guerra y la enfermedad. De este modo, surgió su gesta, al igual que otros andinos como Vallejo, Arguedas y Alegría en diferentes campos.
Médico especialista en Medicina Interna y especialista en Reumatología. Magíster y doctor en Medicina, por la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Profesor de Escuela de Posgrado y Past decano de la Facultad de Medicina de la U. Nacional de Trujillo. Cultiva las áreas de educación universitaria y filosofía de la ciencia.