Universitario goleó: así va la tabla de posiciones

Guerra fría, paz caliente, por Mirko Lauer

Estamos viendo y viviendo la expansión de un puñado de gobiernos que se podrían equiparar, mutatis mutandis, con los que estuvieron ubicados detrás de la cortina de hierro: dictatoriales, teledirigidos, empobrecedores de la población, antiyanquis, dados a lo que hoy se llama nepo-política (parientes a bordo).

Cuando Jon Lee Anderson incluye en el título de su más reciente nota para The New Yorker una “nueva guerra fría en América Latina”, es fácil dejarse llevar por esa idea y llegar hasta el traqueteo de sables en la región. Pero el continente está bastante más tranquilo que eso; y en lo geopolítico, sorprendentemente tranquilo.

Las ideologías de los extremos que aportan los más feroces dictadores se han descafeinado. Ya no hay posiciones intransigentes locales, sino solo intereses personal-familiares, donde una mano lava a la otra en casa. La democracia liberal, una última ideología, no está muy convencida de sus propias ideas. Nadie irá a la guerra, fría o caliente, por ella.

Sin embargo, cuando Anderson dice Guerra Fría, uno rápido entiende de qué está hablando. Del Río Grande hacia el sur hay restos de la pugna original Washington-Moscú, y destellos de la nueva. La presencia de esas dos capitales, más la de Beijing, en efecto hace pensar en la paz de América Latina como una Guerra Fría.

Un factor que calma las cosas en la región es la presencia de países autoritarios, pobres y desordenados, sin capacidad de sostener más de unas muy pocas semanas el uso del costoso armamento que han adquirido. Aquí ir a la guerra sería endeudarse más allá de lo razonable, en un impulso donde rara vez hay algo que ganar.

Sin embargo, estamos viendo y viviendo la expansión de un puñado de gobiernos que se podrían equiparar, mutatis mutandis, con los que estuvieron ubicados detrás de la cortina de hierro: dictatoriales, teledirigidos, empobrecedores de la población, antiyanquis, dados a lo que hoy se llama nepo-política (parientes a bordo).

Pero quizás la definición del párrafo anterior no basta. No hay realmente armas apuntando entre países de izquierda y de derecha, democracias y tiranías. El control interno sigue siendo una prioridad en la zona. Ningún país aquí tiene excedente que le permita el expansionismo. Solo Brasil, que no lo necesita, territorialmente hablando.

Lo que Anderson percibe como Guerra Fría nos empobrece a unos frente a otros, y a todos frente al mundo entero. Pero no es algo que pueden resolver elecciones con instituciones débiles. Todo esto hace pensar en la necesidad de un aprendizaje de la convivencia, dentro y fuera de cada país. Algo que ya creíamos haber aprendido.

Mirko Lauer

Observador

Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).