En los últimos 3 años, el Perú ha tenido 13 Ministros del Interior. Sí, un desastre de política pública. Digamos que 4, por año, en una de las carteras más sensibles, a cargo de la principal preocupación, junto a la economía, de los peruanos y peruanas: La Inseguridad Ciudadana. Para el jefe de la PNP, el General Victor Zanabria, y para el Ministro del Interior, el cuestionadísimo Juan José Santivañez, parte de la culpa la tenemos los periodistas porque nos “encanta la peliculina” y asustamos a la población al informarla.
Más allá de tan precarios comentarios por parte de la autoridad, acordes con su precaria gestión, se trata de un problema que hoy angustia más que nunca porque las extorsiones, que antes tendían a tener en la mira a personas con cierto poder adquisitivo, se han “democratizado”, han bajado el llano, acechan al pueblo, al barrio. Como escribí en una columna anterior, de la que esta puede ser su secuela, la furia de la delincuencia común organizada es mayor en las zonas menos favorecidas de la capital. Hablamos de los distritos más poblados y, vaya paradoja sistémica, con menos policías por habitante y con más negocios de gente que se tiene que recursear para vivir.
De un tiempo a esta parte, ser “pobre”, no tener tus tres comidas garantizadas, no te salva del brazo armado, del gatillo fácil de los extorsionadores que se han diseminado como un virus en esta Lima emergente donde ni siquiera un parqueador de carros se salva de que le cobren un peaje maldito: Jorge Armando Gallo tenía 40 años y apenas 10 días juntando monedas en la calle, cuidando autos, afuera del centro comercial Las Malvinas, para mantener a su familia. A los dos días le llegó una advertencia: “tienes que pagar 10 soles diarios y abonarlos a este número, si no, te vamos a “dar vuelta”, acá todos pagan”. No lo hizo y antier lo mataron de 9 balazos. Asesinaron a un parqueador por no pagar cupos a la banda de un tal “Tito”. No importa que seas “misio”, igual tienes pagar. El clima en Las Malvinas es tenso, más tenso que de costumbre. El lunes, le tocó al llamado “rey del caldo de mote”. Dos semanas antes, Antonio Edmundo Saldaña, así se llamaba, había recibido mensajes extorsivos. Decidió no hacer caso, cerrar su pequeño negocio unos días. Cuando lo volvió a abrir, no duró 48 horas vivo, le dispararon 14 veces en un paradero de Canto Grande.
También a inicios de la semana, el lunes, en el paradero Villa Sol, dos tipos en moto le dispararon a un bus de una empresa de buses conocida como “Los Chinos” con los pasajeros adentro, mientras el chofer aceleraba. Tercer atentado a “Los chinos” en un mes. Estos buses celestes cubren la larga ruta que une Puente Piedra con Villa el Salvador, nada menos. No habían pagado el cupo.
Ya no importa que haya pasajeros. Tampoco importa que haya niños al lado del objetivo. Antier también asesinaron a un conductor de la empresa “El mandarino”, que cubre la ruta Comas, San Juan de Lurigancho. Se llamaba Rutman Berrios y tenía 32 años. Ayer, asesinaron a un jalador de combi en San Borja por disputas territoriales delante de varias personas que se iban al trabajo. Carlos Merino Effio, de 48 años, fue asesinado a balazos por dos tipos que se bajaron de una moto. Ocurrió en un paradero -no autorizado- dicho sea de paso, ubicado en la cuadra 18 de la avenida Javier Prado, en San Borja. Dos bandas rivales se disputan el paradero. Antier también asesinaron a un mototaxista porque la asociación a la que pertenece no pagó el cupo exigido.
En fin, los ejemplos sobran, abundan, los narro todos los días, me duelen todos los días. Veo a las familias sufrir, a niños padecer, veo, vemos, como la muerte violenta acecha sobre las dos ruedas de alguna moto cuyos ocupantes son psicópatas para quienes matar es moralmente tan simple como disparar en un videojuego. La Lima emergente, emprendedora, informal, microempresaria es un enorme coto de caza de estas bandas. Casi ningún negocio o rubro ha quedado indemne: Colectiveros, bodegas de barrio, microbuseros, mototaxistas, colegios, peluquerías, centros de estética, vendedores ambulantes, parqueadores, emolienteros. La “nueva Lima, a merced de los “nuevos criminales”. Lo peor de todo es que, si le pagas a una de las bandas, para estar “tranquilo”, para poder seguir trabajando porque sabes que el Estado no te va a proteger, la otra banda, a la que no le pagas, te ataca. Veinte balazos, una granada de guerra, un explosivo, elija usted la forma de morir y, cuando no matan inocentes, pues se matan entre ellos. Muerte, muerte, muerte. Así están Lima, Trujillo, Piura.
René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.