Y ahora, el Rolex regional, por Mirko Lauer

El Rolexidio ha migrado hacia la Asociación de Gobiernos Regionales, con el descubrimiento de que su presidente es dueño de dos. En términos de competencia, Werner Salcedo lleva la delantera, pues el valor atribuido de uno de ellos es de US$32,000. Pero podrían ser falsos, algo que Dina Boluarte no dice de los suyos.

Esto hace pensar sobre de qué está sembrado el espacio político regional en estos tiempos. ¿De genuinos ricachones que ciegan a sus interlocutores con el brillo de sus relojes? ¿O de aplicados finteros dedicados a rendirle culto al dios bamba? Probablemente hay de las dos cosas, con el reloj camino de reemplazar al sombrero tradicional.

El Rolex puede terminar identificando al político provinciano del Perú como lo hacía el ubicuo diente de oro al funcionario soviético de segundo nivel. Que los relojes puedan ser genuinos o falsos solo añade emoción a la aventura. Estamos ante los polos de la arrogancia y la humildad turnándose ante la perplejidad.

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Arrogancia, en efecto. Pues si el Rolex es a la vez detectado y genuino, comprado o regalado, el político regional queda expuesto a las campañas de sus enemigos. De allí que Salcedo ignore si sus relojes son comprados o regalados, falsos o genuinos. Es poner una venda sobre los ojos de los inevitables investigadores. Pues son cosas que no es fácil establecer.

Con el flash de la semana pasada, los Rolex han desaparecido de las muñecas políticas peruanas. Se han vuelto indiscreciones de oro y platino que pueden destruir carreras en un país al parecer tan centrado en lo ético. Con lo cual desaparece un gusto que, si obviamos el costo, es inocente. Relojes finos, casi una actividad cultural.

Imaginemos al periodismo de investigación recorriendo fotografías políticas de los últimos años lupa en mano. ¿Es posible demostrar que uno ya no posee el Rolex de la foto? ¿La Casa Banchero tiene los nombres de los compradores? Todo podría comenzar con Salcedo y el establecimiento de una genuina situación Rolex.

Para Boluarte los Rolex del Cusco son un alivio, que relativiza las cosas, y vuelve todavía más excesivo el celo de los fiscales. Si aparecen algunos más, el tema va a tomar un giro inesperado, apenas el Congreso empiece a legislar.