Uno pensaría que un golpe de Estado que duró pocas horas y no llegó a la meta es un asunto muy olvidable. Sin embargo la aventura política terminal de Pedro Castillo sigue dando vueltas en el interés del público y los medios. Aunque en verdad lo que mantiene la curiosidad hasta ahora no es la intentona sino su fracaso.
Los golpes de mano a Palacio no son recordados por sí mismos, sino por Palacio mismo. Si el bandolero León Escobar hubiera tomado un enorme local bancario por unas horas en 1835, nadie lo recordaría. Es la Presidencia de la República y su sede lo que parece generarles sentido a los golpistas relámpago de la historia, aunque lo haga engañosamente.
Recordemos que al ganar las elecciones Castillo rechazó realizar su gestión desde Palacio. Parecía un gesto contra un símbolo de poder oligárquico. Algunos entendieron temprano que era el deseo de eludir los riesgos de una vitrina. Finalmente se quedó con las dos cosas: la exposición de una vida en Palacio, y la nocturnidad del pasaje Sarratea.
En poco tiempo se convirtió Castillo en un golpista bastante convencional: Palacio como plataforma de autolanzamiento, un manifiesto borroneado a vuelapluma, luego una negación total de lo que había realizado. Pero también algunos rasgos originales: cero militares, planes diplomáticos de fuga prefracaso, sorpresa ante la consecuencia de su acto.
Con el paso del tiempo y el avance de las investigaciones, el círculo de los implicados se ha venido ampliando. También se ha dividido entre los que creían en el golpe y quienes dudaban del golpe pero lo ocultaban (por si acaso). Entre los primeros Betssy Chávez y Aníbal Torres. Los segundos ya son una lista en pleno crecimiento.
Lo que da un timbre shakespeariano a la historia es que sus dos coconspiradores parecen más inteligentes que él. En otras palabras, podrían haberlo inducido a cometer tamaña estupidez. De Torres ya Jaime Chincha ha dicho, profético que “le patina el coco”. Chávez, de los registros de Patria Libre, parecía demasiado viva para su propio bien.
A pesar del dinero gastado en abogados, los argumentos para negar la responsabilidad de Castillo son todos pintorescos, como lo ha sido la peripecia del chotano. Hoy parece convencido de que suelto en plaza puede repetir el 2021.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).