Hay algo indignante en los scooters eléctricos (los llamábamos patinetes) que se saltan la luz roja. Por lo pronto, ¿se supone que deban transitar por las pistas, donde los vemos cada vez más? Menos todavía en tráfico feroz como el de Lima. Esta situación es peligrosa para quienes viajan así de expuestos, de pie, con casco y sin carrocería, pero también para los automóviles.
La norma no escrita se va volviendo clara: todo vehículo menor que un auto (scooter, eléctrico o no, moto, bicicleta) en principio puede hacer lo que quiera. Comenzó con el ingreso de las motocicletas a calles donde estaban razonablemente prohibidas. Es una crispación ver a las motos hacer sus peligrosas maromas a lo largo de la Avenida Arequipa.
Algunas grandes capitales del mundo prohibieron el sistema de alquiler de scooters que les permitía, una vez utilizadas, dejarlas en cualquier parte. Eso creaba amontonamientos de esas máquinas en las veredas. Pero en esas ciudades las normas de tráfico son respetadas en todo tamaño de vehículo. Eso es lo que en Lima estamos perdiendo.
El día de un scooterista avispado: circula indiscriminadamente por la vereda o la pista, a considerable velocidad, sin respetar las luces, zigzaguea por entre los peatones, a veces incluso se desplaza contra el tráfico. Es un vehículo al que su conductor parece considerar una suerte de juguete, libre de las obligaciones de los autos.
Estos pequeños bólidos eléctricos son un aporte positivo al desplazamiento por la ciudad, siempre y cuando circulen con reglas claras, y acompañados por un ánimo policial/municipal de hacerlas cumplir. Todavía estamos a tiempo para que eso se entronice y se eviten los extremos de la infracción o la prohibición total del scooter.
Mientras se va desarrollando el debate sobre si un pasajero o dos sobre una moto, cada vez más motociclistas incumplen las reglas de tráfico. Invaden los espacios reservados para bicicletas, se mueven con imprudencia por entre los autos, aprovechan todo resquicio disponible. Hay también ocasionales excesos de velocidad.
La enorme multiplicación de los servicios de delivery le está dando a las motos un tinte avasallador. Son bienvenidos los puestos de trabajo, pero la premura en la entrega (también bienvenida) en muchos casos se presta a descartar el reglamento de tránsito. Ni scooters, ni bicis, ni motos deben funcionar como excepciones.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).