(*) Economista de la Red de Estudios para el Desarrollo (Redes).
El año que se va nos deja con una economía complicada y condiciones difíciles para las familias. Por primera vez en 25 años (excluyendo la pandemia) el principal indicador económico, el Producto Bruto Interno (PBI), sufrirá una caída de 0,5% según el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).
Buena parte de los eventos que golpearon nuestra economía este año estuvieron fuera de nuestro control, como El Niño Costero, las sequías y la gripe aviar. No obstante, factores internos como los conflictos sociales, la pérdida de confianza empresarial y la menor inversión de los Gobiernos regionales y locales tuvieron un impacto negativo en la misma magnitud. Nuestra respuesta a los eventos exógenos ha sido deficiente con obras de reconstrucción sin terminar, infraestructura inadecuada al clima y protocolos sanitarios poco claros.
La inversión privada caería 7,3% según el BCRP, una caída más pronunciada de lo proyectado. El pesimismo empresarial y el retraso de ampliaciones y nuevos proyectos mineros son claves. La inversión privada no solo es un motor de la economía del año corriente, sino que establece las bases para el crecimiento futuro, afectando no solo este año sino también los que están por venir.
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El 2023 es el peor año para la agricultura en 26 años, principalmente por los conflictos y alteraciones climáticas. En similar situación se encuentra la pesca con una caída de 17% ocasionada por la cancelación de la primera temporada de captura ante la menor presencia de anchoveta por El Niño. Estos choques son temporales, pero revelan nuestra falta de preparación para afrontar fenómenos climáticos adversos, los cuales solo incrementarán su frecuencia con el cambio climático. Las autoridades y los empresarios deben empezar a planear para un mundo con un clima más incierto.
Otros sectores que preocupan son la construcción y la manufactura, con caídas de alrededor de 8%. La baja inversión y la falta de competitividad son obstáculos que no permiten el repunte.
El sector con mejor desempeño fue la minería, mostrando la importancia de avanzar con la cartera de más de 50.000 millones de dólares que tenemos pendiente. En este sector existen grandes oportunidades de desarrollo que no podemos seguir desperdiciando.
El contexto es difícil para todos los que compartimos el país; para los más jóvenes, esta es la peor crisis que recuerdan aparte de la pandemia. El efecto directo se siente en el empleo: en la mayoría de las ciudades se ha incrementado el desempleo y en la zona rural el empleo agropecuario habría caído hasta 20%. Entre aquellos que tienen un empleo la situación no es mejor pues el subempleo toca a 46%, indicando que casi la mitad de los trabajadores se encuentran en empleos que pagan menos que el sueldo mínimo o no llegan a la jornada completa a la semana como ellos lo desearían.
La debilidad del empleo, sumada a la alta inflación de los últimos años, afecta a los hogares que han perdido poder adquisitivo: el salario promedio puede comprar 10% menos que el 2019. Así es que el 2023 terminará con mayor pobreza y con 6 de cada 10 peruanos que se quedan sin alimentos (según reporte del IEP de setiembre), el triple que en 2012, siendo las familias de zonas rurales y de menores ingresos las más afectadas.
El crecimiento económico es necesario para generar bienestar, cuando no crecemos perdemos todos, pero más aún los más pobres y las poblaciones vulnerables. Con tanto potencial económico sin aprovechar es reprochable que el 2023 no hayamos tenido mejores resultados. Un año para no repetir en sus resultados, pero para aprender de sus desafíos.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.